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domingo, 8 de octubre de 2017

Recuento de un sismo


Artículos publicados originalmente por Brenda Valderrama en la columna "Reivindicando a Plutón" del Sol de Cuernavaca los días 25 de septiembre, 2 y 9 de octubre de 2017.

I. Un sismo extraordinario

Los medios de comunicación han estado saturados con noticias sobre el sismo del pasado 19 de septiembre. Han corrido ríos de tinta sobre la extraordinaria coincidencia de que ocurriera justamente 32 años y seis horas después del de 1985. También ha causado zozobra la posibilidad de que estuviera asociado a un fenómeno volcánico o simplemente porque nunca, por lo menos en lo que tenemos registro, se había presentado un sismo con epicentro en Morelos. Hoy quisiera tocar el tema pero dejando fuera lo que ha representado para un pueblo que no estaba preparado ni técnica ni socialmente para esta contingencia y que trata de hacer lo mejor que puede con lo que tiene.

México está asentado dentro de una zona de inestabilidad geológica compuesta por cinco diferentes placas, todas ellas en movimiento, a diferente velocidad y en diferente dirección. La más conocida sin duda es la Placa de Cocos que se localiza bajo el océano pacífico y con límites cerca del litoral mexicano desde Chiapas hasta Colima y que colinda con la Placa de Norteamérica sobre la que se asienta prácticamente todo nuestro país con la excepción de la península de Baja California. La Placa de Cocos se sumerge (técnicamente se dice subduce) por debajo de la Placa de Norteamérica a una velocidad de 6 centímetros por año. Regularmente los sismos que sufrimos en Morelos provienen de la colisión entre estas dos placas y por eso su epicentro o lugar de origen es la costa tal como ocurrió con el del 19 de septiembre pero de 1985.

Ahora, los de septiembre de este año no fueron así. El del día 7 tuvo su epicentro en la costa frente a Chiapas pero su profundidad de 70 km fue significativamente mayor que la del 1985 a solo 17.5 km. Bastó este dato para que los expertos entendieran que no se trataba de una colisión normal entre las placas sino que era otra cosa, algo que no había ocurrido en muchos años en esta zona, una fractura interna de la Placa de Cocos. A diferencia de las colisiones que van acumulando y liberando energía proveniente de la fricción de manera gradual, la fractura profunda libera una cantidad de energía acumulada mucho mayor por lo que el sismo es significativamente más fuerte. Aquí vale la pena mencionar que la escala de Richter con la que se estima la energía liberada por un sismo es logarítmica, lo que significa que la diferencia entre un sismo nivel 7 (como el de 1985) y uno nivel 8 (como el del 7 de septiembre) no es una unidad de diferencia sino que es 32 veces mayor.

El sismo del 19 de septiembre fue todavía más sorprendente, no solo tuvo su epicentro a 50 kilómetros de profundidad sino que se localizó a la mitad de la Placa de Norte América, justo debajo de Axochiapan. Estas dos características indican que el origen del sismo fue la fractura interna de la placa pero sin causa aparente ya que no es un sitio de colisión y a que, a diferencia de la de Cocos, no se está subduciendo sino que flota sobre la corteza terrestre.

Más de un geólogo ha tenido pesadillas con estos datos. Si además le sumamos que un día después del sismo en Morelos la pequeña isla de Vanuatu en el Pacífico Sur sufrió un sismo con epicentro a 200 km de profundidad lo que indica, una vez más, una fractura interna de la Placa, en esta ocasión la del Pacífico. La ocurrencia de tres sismos fuertes es un mes es poco probable pero posible pero que ocurran por fractura interna de tres diferentes placas es algo que nunca se había registrado. Estos fenómenos darán mucho material de estudio a los geólogos y ellos, a cambio, nos darán herramientas para poder estar mejor prevenidos cuando esto vuelva a ocurrir.

Mientras tanto, me corresponde atender a la población afectada en el municipio de Huitzilac junto con los colaboradores del Gobierno de Morelos adscritos a la Secretaría de Innovación, Ciencia y Tecnología. No tengo duda que nunca habrá demasiada ayuda pero será todavía más importante su colaboración en un par de semanas que el impacto emocional se diluya con las actividades de rutina. Ante la fuerza de la naturaleza no nos queda más que afrontar la situación con dignidad, civilidad y generosidad.

II. Los saldos del sismo


El sismo ocurrido a las 13:14 horas del 19 de septiembre de 2017 cambió para siempre la faz de Morelos. Monumentos históricos como el Jardín Borda o el Palacio de Cortés resultaron dañados, al igual que numerosos edificios públicos donde no solo la edificación se perdió sino también la documentación que albergaba en sus archivos en perjuicio de miles de ciudadanos. Pueblos mágicos como Tlayacapan verán seriamente comprometida su subsistencia por la baja en el turismo en general pero el sismo alcanzó también el turismo de bodas y el cultural al dañarse al menos 13 de nuestras ex-haciendas y prácticamente la totalidad de la ruta de los conventos.

La demolición del emblemático chacuaco del ingenio Emiliano Zapata en Zacatepec, aunque no afecta la producción de azúcar, sí provocó la muerte de dos trabajadores hiriendo a varios más durante su derrumbe. Qué decir de la cicatriz que dejó en Jojutla, donde prácticamente devastó el centro de la ciudad colapsando la actividad económica de la región. Hospitales, clínicas y centros de salud han tenido que adaptarse a la pérdida de espacios de atención e improvisar consultas y atención a enfermos en patios y carpas.

Lamentando profundamente la pérdida de cada una de las 74 vidas segadas por el sismo, en estos momentos más de 15 mil familias ven amenazada su subsistencia ante la destrucción parcial o total de sus viviendas a todo lo largo y ancho del estado estando muchas de ellas ya fuera de sus hogares por el alto riesgo que implica un derrumbe. Las labores de demolición se encuentran suspendidas hasta no generar un registro puntual de cada vivienda que les permita el acceso al fondo de reconstrucción al que tienen derecho como parte de la declaratoria de emergencia emitida el pasado 27 de septiembre. Lo mismo ocurre con más de 150 iglesias, la mayoría católicas y además muchas de ellas patrimonio histórico de la humanidad, dejando a miles de morelenses profundamente afligidos al perder sus lugares de culto.

Aunque de momento no existe desabasto gracias a la generosidad de miles de mexicanos que se volcaron a la distribución de despensas, si se comienza a detectar una reducción de la actividad económica la cual deberá de contar con los mecanismos y recursos necesarios para su reactivación. De manera muy positiva reconocemos que en Morelos ninguna escuela sufrió derrumbe durante el sismo gracias a la revisión cuidadosa de los planteles después del sismo del 7 de septiembre. Sin embargo la falta de clases en prácticamente todo el territorio estatal comienza a pesarle por igual a padres y a pequeños quienes, además, corren el riesgo de ver afectado su proceso de aprendizaje por el retraso en el calendario escolar.


Pero todo esto está siendo atendido y en muy pocos días comenzarán las labores de reconstrucción buscando que sean lo más rápidas y eficaces posibles. Sin embargo, Morelos enfrenta otra pérdida, intangible pero no por eso menos valiosa, la de la confianza. Acostumbrados a vivir en zona sísmica nos acostumbramos a ver pasar los temblores que se originan en las costas del pacífico pero nunca nos preparamos, ni física ni emocionalmente, para lo que nos sucedió el 19 de septiembre. Cualquier vibración de los edificios nos produce sobresalto, algunas personas mayores sufren ataques de ansiedad, pero de manera muy lamentable se comienza a percibir un estado de depresión generalizado el cual, dicen los expertos, se profundiza dos semanas después de una experiencia traumática. Esta depresión es normal y todos somos vulnerables, jóvenes y adultos, hombres y mujeres, y no debemos tomarlo a la ligera. Los invito a acercarnos a nuestros seres queridos, a escucharnos mutuamente, a compartir lo que sentimos y si detectamos a alguna persona que requiera atención médica especializada, el sector salud está preparado para atendernos. No dejemos que el saldo del sismo aumente dañando lo más valioso que tenemos, nosotros mismos.

III. El día que se cayeron las iglesias

Uno de los saldos más sobresalientes del sismo del pasado 19 de septiembre fue la destrucción, parcial o total, de 185 iglesias en Morelos. El impacto es muy amplio, pues afecta a la feligresía al perder sus espacios de culto religioso, al patrimonio cultural del estado pues la mayoría de estos edificios coloniales eran un testimonio de la historia de nuestros pueblos y finalmente en lo urbano ya que las iglesias fueron el punto de referencia desde donde se diseñaron los asentamientos contemporáneos.

Revisando con detalle encontramos que las iglesias, independientemente de su tamaño, presentaron dos tipos de daños graves: por un lado campanarios y por otro, arcos y cúpulas. El daño en los campanarios puede explicarse por la altura de las torres sumado al peso extra que le imponen las colosales campanas que albergan. La recuperación de estas piezas será delicada pero posible en cuanto que son construcciones adicionales al cuerpo principal de las iglesias. El caso de los arcos y cúpulas es diferente, pues es precisamente sobre estos elementos sobre los que se apoya la estructura del edificio y no solo en iglesias sino también en otros edificios coloniales. Pero ¿Por qué se cayeron los arcos y las cúpulas en este sismo y no en los muchos que han ocurrido en los últimos cientos de años, algunos inclusive más fuertes? ¿Y por qué se cayeron las cúpulas y no las paredes? Y la respuesta me la sugirió mi hermano Jorge, quien es arquitecto: es por su forma muy particular de construcción.

Nuestras iglesias, al ser católicas, utilizaron como diseño básico el de la arquitectura romana que permite la edificación de construcciones de gran altura con espacios libres de muros y buena iluminación gracias al uso sistemático del arco de medio punto.  Un arco de medio punto se basa en la sobreposición de piedras labradas llamadas dovelas para cerrar el espacio entre dos columnas. Las dovelas se colocan una sobre otra en seco, es decir, sin adición de cemento o mortero y en el punto medio donde se unen los dos segmentos de medio arco se coloca una piedra central llamada clave. El secreto del arco de medio punto es que la carga de las dovelas (y de cualquier otra estructura que se coloque encima de ellas) se distribuye homogéneamente hacia las dos columnas de soporte. Una serie de arcos soportados por sendas columnas basta para sostener una catedral.

Por otro lado, las cúpulas se construyen utilizando otra técnica romana llamada bóveda semihesférica. El principio básico de las bóvedas es equivalente al del arco de medio punto y que se basa en la sobreposición en seco de hiladas de piedras labradas o ladrillos (también llamadas dovelas) cerrando el espacio entre cuatro o más columnas solo que, podríamos decir, en tercera dimensión. El remate de las cúpulas es una piedra clave al igual que en los arcos aunque para generar iluminación natural se utiliza también un óculo cenital en forma de anillo que distribuye las cargas. Las cúpulas no son elementos de sostén de la estructura sino de diseño y solamente soportan su propio peso.

La razón para la destrucción de las iglesias tiene que ver con las características muy particulares del sismo en particular su fuerza y dirección. Como se explicó en el párrafo anterior, tanto los arcos de medio punto como las cúpulas están construidos en seco y lo único que los sostiene es el peso de las piezas. El peso de un objeto es proporcional a la masa del mismo y a la fuerza de la gravedad de nuestro planeta con la cual es atraído. La única explicación razonable para lo que sucedió es suponer que durante el sismo y como consecuencia de que el epicentro se encontraba directamente debajo de Morelos, nuestros edificios sufrieron un golpe seco, perpendicular a la superficie de la tierra y con una fuerza, al menos, igual a la de la gravedad. Como si un puño gigantesco las golpeara desde abajo haciendo volar las piedras claves y las dovelas pero sin tocar las paredes. Esta explicación también aplica para lo que observamos en algunas viviendas donde la loza se desprendió de los  muros en una sola pieza sin dañarlos o en otras construcciones donde los arcos se partieron justo a la mitad.

Por supuesto que entender lo que pasó no disminuye el daño pero nos da certidumbre sobre el fenómeno físico de origen y permite tomar mejores decisiones durante la fase de reconstrucción que sin duda será larga y requerirá de la colaboración de toda la comunidad. 



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