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lunes, 28 de septiembre de 2015

En el País de las Maravillas

Artículo publicado originalmente por Brenda Valderrama en la columna "Reivindicando a Plutón" del Sol de Cuernavaca el 28 de septiembre de 2015. 






En el clásico de la literatura escrito por Lewis Carrol, la pequeña Alicia decide, un buen día, seguir a un inusual conejo blanco dentro de su madriguera, que se convierte en un túnel, que se convierte en un pozo y que la transporta hasta un mundo desconocido, lleno de absurdos y paradojas.

Hace dos años, Steven Tucker y Rick Hunter deciden, un buen día, visitar la caverna de la Estrella Naciente (Rising Star Cavern) en Sudáfrica. De manera accidental, Steven encuentra un estrecho pozo de no más de 20 cm de diámetro que despierta su curiosidad y, al igual que Alicia, decide explorarlo. El pozo lleva a una amplia caverna a más de 30 metros de profundidad cuyo contenido podría transformar todo lo que sabemos (o creemos saber) sobre la evolución humana.

Pero primero hablemos de África, la cuna de la humanidad. Nuestra especie, Homo sapiens, es relativamente reciente y se creé que surgió hace apenas 200 mil años en el Sudoeste africano, en algún lugar entre Namibia y Angola. Si nos vamos hacia atrás en el tiempo, hace 1.6 millones de años nuestros ancestros pertenecían ya a la especie Homo erectus (del mismo género que la nuestra) y presentaban características claramente similares a los humanos modernos tal como lo demuestra el “Turkana Boy” encontrado en Kenya.  Aún más atrás en el tiempo sabemos, gracias a los restos de "Lucy" localizados en Etiopía, que hace 3.2 millones de años nuestros ancestros pertenecían a la especie Australopithecus afarensis y eran claramente más cercanos a otros primates que a los humanos modernos. Sin embargo, como pueden ver, falta información sobre las condiciones exactas que rodearon el origen del género Homo entre hace 1.6 y 3.2 millones de años. 

El descubrimiento de la caverna de la Estrella Naciente ha cimbrado a los científicos de todo el mundo por muchas razones. La primera es que no se trata de piezas de un individuo ni siquiera de un individuo completo como “Lucy”, sino de cientos o quizá de miles de osamentas en excelente estado de conservación. La revisión de solo un metro cuadrado arrojó 1,550 huesos de al menos quince individuos: mujeres, hombres, niños y ancianos, además de cientos de piezas individuales como son cuatro cráneos completos o dientes.

El análisis de todos estos huesos por un grupo internacional ha revelado resultados fascinantes. Comenzando por la cabeza, el volumen de los cráneos es solo una cuarta parte del nuestro, albergando un cerebro del tamaño de una naranja, lo cual es similar a otros prehomínidos, sin embargo la forma es claramente la de un humano. Las muelas son definitivamente modernas mientras que los premolares son primitivos. Los hombros y las caderas corresponden a un individuo adaptado a trepar, al igual que las manos, donde los dedos son curvos permitiendo mejor agarre. Por otro lado, la base de la cadera y las piernas son más parecidas a las de un humano y corresponden a un individuo que camina erecto siendo sus pies iguales a los nuestros, por lo que podría haber realizado caminatas de larga duración. Este rompecabezas es típico de una especie de transición con características innovadoras (lo cual conlleva cierto riesgo) sin abandonar otras ancestrales que le garantizan la supervivencia, aunque con un patrón nunca visto antes.

¿Y porqué esto cambiaría nuestra visión de la evolución humana? Primero porque se encontraron en Sudáfrica, lejos de la costa occidental, sitio donde se había identificado como el posible origen del género Homo. Eso es relativamente fácil de aceptar pues la falta de información más completa simplemente generó una hipótesis de trabajo sin mayor relevancia.

Segundo porque todavía no sabemos qué tan viejos son los huesos. En este sentido existen tres grandes alternativas. Si son de un millón de años o más recientes, cuando ya existían los ancestros directos del Homo sapiens, entonces Homo naledi sería un “primo” lejano con el que compartimos el territorio de África y que no logro sobrevivir hasta nuestros días. En este sentido se sumaría a otros “primos” como Homo neanderthalensis u Homo heidelgerensis. Es decir, sería importante pero no trascendente. Si los huesos tienen más de tres millones de años, entonces el género Homo surgió mucho antes de lo que pensábamos y Homo naledi podría ser el ancestro no sólo de Homo sapiens, sino de todas las demás especies del género. En este caso la ancestría que se le ha conferido a “Lucy” debiera ser reconsiderada.

Finalmente, si los huesos tienen entre uno y tres millones de años, entonces se habrá encontrado al tan anhelado eslabón perdido. Una especie de transición que presenta características del grupo original (en este caso primates) y del grupo al que evoluciona (en este caso humanos) en el mismo individuo. Por supuesto que ésta situación ocasionaría una revisión exhaustiva de todos los registros fósiles y de su interpretación. Como científicos siempre estamos esperando información fresca que nos permita corroborar nuestro trabajo y eso nos hace sentir complacidos. Sin embargo, también estamos abiertos al descubrimiento de nuevas evidencias que nos demuestren que nuestras teorías están equivocadas y por supuesto que nos sentimos complacidos igualmente. Es más, nos sentimos emocionados. Por esta razón los científicos nunca encubrimos nuevas evidencias por más revolucionarias que sean sus implicaciones.

Tercero, porque a diferencia de otros depósitos de huesos antiguos, los de la caverna de la Estrella Naciente no presentan daños por predadores, no parecen haber llegado ahí de manera accidental o por un cataclismo, no existe otra forma de llegar a la cueva sino por un muy estrecho túnel, además de que parecen haber sido depositados de manera constante durante cientos de años. Todo eso nos lleva a considerar que fueron transportados de manera consciente y voluntaria por otros miembros de su grupo. Es decir, que fueron sepultados en un primitivo rito funerario. Esto también es de enorme transcendencia pues disponer del cuerpo de un pariente fallecido es parte del duelo del sobreviviente y expresa respeto al difunto. Estos sentimientos son profundamente humanos y algo que nos diferencia de cualquier otra especie. Pero, Homo naledi no era humano, ¿o sí?


Información adicional

Entrevista con Lee Berger, paleoantropólogo que llevó a cabo la identificación inicial de Homo naledi



Uno de los primeros reportaje sobre el descubrimiento a cargo de National Geographic 


Por las características del túnel de entrada fue necesario lanzar una muy peculiar convocatoria internacional en redes sociales que resultó en la conformación de un equipo de rescate con seis extraordinarias mujeres. Aquí la reseña de la búsqueda.










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