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lunes, 14 de marzo de 2016

Una posible cura para el Alzheimer

Artículo publicado originalmente por Brenda Valderrama en la columna "Reivindicando a Plutón" del Sol de Cuernavaca el 14 de marzo de 2015




El termino demencia describe de manera general un cuadro de deterioro de habilidades mentales suficientemente severo como para interferir con la vida diaria. No se trata de una enfermedad como tal sino que describe un amplio rango de síntomas entre los que se incluye pérdida de memoria y de otras capacidades intelectuales como concentración, razonamiento y juicio. Las personas con demencia tienen problemas con memoria a corto plazo como por ejemplo recordar compromisos, pagar cuentas o simplemente ubicar su cartera.  No todos los tipos de pérdida de memoria implican demencia pero, por otro lado, muchos tipos de demencia son progresivos, es decir, que los síntomas comienzan de manera sutil y se agravan con el tiempo.

Existen muchas causas para la demencia sin embargo la más común es la enfermedad de Alzheimer, llamada así en reconocimiento al Dr. Alois Alzheimer, psiquiatra y médico alemán quien fue el primero en identificar sus síntomas a principio del siglo XX. La enfermedad de Alzheimer es, actualmente, uno de los principales problemas de salud pública en el mundo llegando a tener una prevalencia del 13% en la población de personas adultas mayores.

Reconocida en nuestro país apenas en 1998 como causa de muerte, la enfermedad de Alzheimer afecta a 860,000 personas mayores de 60 años y se espera que alcanzará la alarmante cifra de 3.5 millones para 2050. Este escenario es de extrema seriedad para todos. Para quienes, como yo, estaremos dentro del grupo de riesgo en los próximos 20 años. Para los más jóvenes, quienes tendrán que asimilar como compromiso de vida la atención y cuidado de sus padres o abuelos. Y, finalmente, para el sistema de salud pública que tendrá que prepararse para la inversión necesaria para la atención de una enfermedad que no es prevenible y que no tiene cura conocida.

¿Qué se puede hacer, desde la ciencia, para atender con ésta importante situación? Lo primero es identificar, con rigor académico, la situación demográfica real. En este sentido el Grupo de Investigación de Demencia de la Organización Internacional de la Edad Adulta (ADI, por su siglas en inglés) en colaboración con la Organización Mundial de la Salud desarrollaron en 2012 el reporte “Demencia: una prioridad en salud pública” de cuyo seguimiento se desprende que en los núcleos urbanos de México una de cada 58 personas mayores de 60 años presenta los síntomas mientras que en el área rural aumenta la incidencia a una persona de cada 29. Es importante saber que los factores de riesgo identificados son, en orden de importancia decreciente: el deterioro funcional instrumental preexistente (especialmente cardiovascular), la presencia de diabetes, el deterioro sensorial (auditivo y/o visual), la depresión, la edad y el sexo femenino.

Los resultados de estas investigaciones son importantes porque indican que realizar actividades sociales, dejar de fumar, hacer ejercicio, llevar una dieta rica en frutas, verduras y pescado, controlar peso y niveles de azúcar en sangre, evitar el consumo excesivo de alcohol y tratar hipertensión arterial nos ayuda, de manera decidida a disminuir el riesgo de desarrollar la enfermedad de Alzheimer y otros tipos de demencia.

Por otro lado, la ciencia nos ayuda a conocer más acerca de los orígenes de la enfermedad de Alzheimer. Ahora sabemos, entre otros datos, que los cerebros de las personas con la enfermedad pierden tanto neuronas como función sináptica acompañada de la acumulación del péptido amiloide beta así como de formas anormales del péptido tau, cambios que conllevan al deterioro irreversible del tejido del cerebro y a la pérdida de función.

Hasta ahora las investigaciones se han dirigido a la caracterización de la enfermedad pero, recientemente, se han comenzado a levantar voces por todo el mundo para llamar la atención sobre el riesgo potencial de desarrollo de la enfermedad a partir de infecciones. Respaldados por un amplio listado de artículos científicos, el 8 de marzo pasado la revista internacional Journal of Alzheimer’s Disease publicó un desplegado firmado por 33 líderes mundiales donde se exhorta a los gobiernos a invertir en la investigación dirigida a comprobar la relación existente entre infecciones por agentes tan diversos como el virus del Herpes simple, Chlamydia o un tipo de bacteria llamada espiroqueta y el desarrollo de la enfermedad de Alzheimer.

Con numerosas evidencias relacionadas con similitudes en el modo de daño generado por infecciones de virus, bacterias y hongos así como en la posibilidad de identificar inclusive determinantes genéticos en la población que aumenten la susceptibilidad, el consorcio ha despertado una intensa pero sana polémica al exigir recursos para llevar a cabo estudios más profundos que permitan descartar las infecciones como causa de la enfermedad de Alzheimer.

No es la primera vez que se vive una polémica de este tipo. Hasta principios de los años 90 se pensaba que la gastritis y las úlceras gástricas se debían a condiciones ambientales como el estrés, el consumo de comidas condimentadas y a demasiado ácido en el estómago. Por lo tanto, todos los tratamientos eran dirigidos a cambios de hábito y a la remediación con antiácidos hasta que el daño era tan profundo que ameritaba cirugía.  En contra a la opinión generalizada, un grupo de investigadores australianos dirigidos por Barry Marshall sostuvo que las úlceras gástricas se originaban por una infección y por lo tanto podrían ser tratadas con antibióticos.

Confiados con la seriedad de sus investigaciones, el grupo de Marshall resistió los embates de escepticismo y continuó trabajando hasta demostrar de manera conclusiva que las úlceras se debían a la infección de una nueva bacteria, Helicobacter pylori y que el tratamiento con antibióticos era efectivo en eliminar las úlceras. La comunidad científica cedió finalmente ante la evidencia y Marshall recibió junto con Robin Warren el Premio Nobel de Medicina en 2005.

Con estos antecedentes debemos abrir nuestra mente y pensar que quizá el consorcio podría tener razón y que la muy grave enfermedad de Alzheimer pudiera estar generada por una infección lo que abriría nuevos horizontes a la prevención y al tratamiento. Este es el tipo de aportaciones que realizan los científicos para mejorar nuestras condiciones de vida y es por eso que los gobiernos deben invertir en investigación tanto básica como aplicada y estimular a los jóvenes a considerar dedicarse a esta noble y muy importante actividad.

Información adicional:

Desplegado publicado en el Journal of Alzheimer´s Disease

Condiciones de salud y estado funcional de los adultos mayores en México

Demencias en México: La necesidad de un Plan de Acción

Asociaciones de Alzheimer en el extranjero


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