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lunes, 29 de febrero de 2016

Abrazando tus genes

Artículo publicado originalmente por Brenda Valderrama en la columna "Revindicando a Plutón" del Sol de Cuernavaca el 29 de febrero de 2016





Entre las muchas amistades que la vida me ha regalado sobresale una querida amiga conocida por su calidad humana. Profesionista y docente, Kena se da tiempo de regalar afecto, un bien desgraciadamente escaso en nuestra sociedad, a los bebés que se encuentran en albergues del DIF esperando ser adoptados o reintegrados a su hogar de origen. La noble intención de Kena y otras voluntarias es atenuar el estrés de los pequeños por estar lejos de sus mamás pero lo que quizá no sepan es que su generosa actividad podría actuar mediante la modificación epigenética.

Es universalmente conocido en estos tiempos que cada uno de nosotros nacimos con una dotación de genes, mitad de nuestra madre y mitad de nuestro padre, y que quienes somos depende, en mucho, de este material. Altos o bajos, de pelo negro o rojo, de manos grandes, con ojos razgados, barbudos o lampiños, existe una larga serie de atributos que no está en nuestro poder cambiar sino, acaso, disimular con maquillaje o cirugías. Sin embargo, no todo en nuestra vida está en los genes, también el medio ambiente impacta en nuestro desarrollo.

Conceptualizada desde los años cuarenta, la epigenética es la disciplina que devela los mecanismos mediante los cuales la modificación genética reversible impacta el desarrollo de organismos complejos como los humanos, siendo uno de sus ejemplos más claros la desactivación del cromosoma X.

Los mamíferos recibimos de nuestros padres dos cromosomas sexuales. Un óvulo que, al fertilizarse, recibe un cromosoma X y uno Y será macho pero si recibe dos cromosomas X será hembra. Los genes de los cromosomas sexuales son fundamentales para el correcto desarrollo del individuo y cualquier error en ellos ocasionará daños a la salud ya sea por carencia o por exceso. En el caso de las hembras, tener doble dotación de los genes del cromosoma X es poco saludable por lo que nuestro organismo decide “apagar” uno de estos cromosomas y dejarnos con solo uno funcional. Una vez apagado, el cromosoma X permanecerá así toda nuestra vida pero, al pasar por la meiosis, que es el proceso mediante el cual se preparan los óvulos para la siguiente generación, el cromosoma apagado recuperará su funcionalidad y por eso se considera reversible.

Ahora, ¿qué tiene esto que ver con el DIF? Según la psicobiología, disciplina que se dedica, entre otras cosas, al estudio de cómo los organismos procesan de manera diferenciada las experiencias traumáticas, se sabe que en algunos casos estas experiencias llevan a cuadros graves como depresión pero en la mayor parte de los casos los individuos encontramos los mecanismos para compensarlas. La participación de hormonas, neurotransmisores y neuropéptidos, en diferentes proporciones y en diferentes momentos, afecta esta capacidad de tolerancia al estrés prácticamente de manera individual y los científicos han desarrollado modelos animales para estudiar con mayor precisión el mecanismo molecular de este comportamiento.

En un importante artículo publicado en 2004 por Weaver y colaboradores se demuestra que en ratones el comportamiento de la madre afecta la capacidad de los hijos de tolerar el estrés mediante la reprogramación epigenética de los recién nacidos. En estudios previos se había demostrado ya que ratones hijos de madres cariñosas eran más audaces y presentaban mayor tolerancia al estrés. De manera interesante, si los ratones eran hijos de madres poco afectuosas pero eran adoptados por una más cariñosa, su comportamiento como adultos mejoraba comparado con los de sus propios hermanos.

Lo novedoso del artículo de Weaver fue haber identificado que el nivel al cual se lleva a cabo el efecto del comportamiento materno tiene que ver con la modificación epigenética de un punto clave para el funcionamiento del sistema de control global llamado HPA (Hipotalámico-Pituitario-Adrenal) que se localiza dentro de nuestro cerebro. El sistema HPA determina no solamente nuestra tolerancia al estrés sino que también modula nuestro sistema inmune dotándonos de resistencia a infecciones y posiblemente influye en la propensión a enfermedades sistémicas como el cáncer.

De manera importante, también en este artículo se demuestra que el efecto positivo del afecto materno solo tiene impacto si se lleva a cabo durante la primera semana de vida del ratoncito, periodo de tiempo durante el cual se realiza, de manera natural, la reprogramación epigenética de los genes que controlan el sistema HPA.


El afecto materno hacia los recién nacidos es instintivo y al compensar la falta de la madre biológica con la generosidad de voluntarios o padres adoptivos, sobre todo en las primeras etapas del desarrollo, estamos regalando a estos pequeños herramientas que les van a permitir ser adultos más equilibrados, adaptados y felices.  Claramente, este mundo sería mejor si hubiera más personas como Kena.

Información adicional

Resumen del artículo de Weaver et al 2004, Programación epigenética por comportamiento materno

Revisión sobre epigenética: la ciencia del cambio

Resumen del artículo Psicobiología y la genética molecular de la resiliencia

2 comentarios:

  1. Estimada Brenda de tu aprendo mucho, la ciencia es maravilla,aun más cuando logramos entenderla y disfrutarla gracias a personas como tú. Un abrazo

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