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domingo, 29 de enero de 2017

Las batallas de la ciencia


En contra de lo que uno piensa de primer impulso las creencias y la ciencia no siempre han estado reñidas. En las civilizaciones ancestrales se desarrolló un sistema equilibrado que permitía que los líderes (muchas veces provenientes de esquemas de poder basados en la religión) tuvieran información correcta, basada en evidencia, con la que tomar decisiones de interés colectivo. Por ejemplo, en todas las civilizaciones se desarrolló la astronomía como la manera más efectiva y precisa de predecir los ciclos climáticos anuales.

La madurez de la astronomía dio sustento para el desarrollo de las matemáticas que a su vez encontraron infinidad de aplicaciones por ejemplo la navegación.  Hubo muchos y muy importantes astrónomos en todo el mundo. En particular en Mesoamérica civilizaciones como los olmecas y los mayas desarrollaron y dejaron documentado su conocimiento en astronomía desde hace más de dos mil años sin embargo todos ellos decidieron revisar sus métodos al no poder predecir de manera exacta un eclipse total de sol. Ante la evidencia,  astrónomos de diferentes culturas se reunieron en el año 670 de nuestra era en Xochicalco, Morelos, para sincronizar y optimizar los calendarios. Haberlo hecho implicó una renuncia a la soberanía de cada una de las culturas pues tuvieron que hacer cambios profundos en su estructura del conocimiento apegándose, en ocasiones, a lo desarrollado por otra cultura.

Existe evidencia de situaciones equivalentes en todas las culturas incluyendo a los egipcios, sumerios, babilonios, persas, chinos y un largo etcétera. Un caso particular son los griegos, no porque hayan sido mejores que los anteriores sino porque impactaron de manera especial el pensamiento de la naciente cultura occidental. Quisiera enfocarme en Ptolomeo (Siglo II)  quien, entre sus muchas aportaciones, describió un sistema planetario basado en la centralidad de la tierra alrededor de la cual giraban planetas y el sol. Este modelo geocéntrico tenía sus bases y aunque no era tan difícil demostrar sus fallas se mantuvo vigente por mil cuatrocientos años retrasando el avance de la disciplina. La razón para esta vigencia anómala fue que, al coincidir con sus textos fundacionales, la iglesia católica lo asimiló como soporte científico. Durante cientos de años se desecharon todas las evidencias que indicaban su falta de veracidad siendo el más conocido el caso de Galileo Galilei quien fue sometido con lujo de violencia por la Inquisición y finalmente juzgado hasta su capitulación.



Desde el renacimiento y hasta la época actual, las iglesias han conciliado (de la misma manera que lo hicieron las culturas ancestrales) sus dogmas con la evidencia científica anteponiendo el interés colectivo. Es por eso que los gobiernos laicos y también los clericales siguen invirtiendo en ciencia y en los científicos ante el beneplácito de la sociedad. De manera más reciente se ha encontrado una conexión adicional entre la ciencia y la economía donde se pueden producir más y mejores satisfactores sociales gracias al conocimiento y la tecnología. Por todas estas razones existen una serie de paradigmas sobre cómo y cuánto invertir en ciencia.

El primero de ellos es la educación que debe ser de acceso universal y de alta calidad y con énfasis en áreas estratégicas como alimentación, medio ambiente y energía, entre otros. El segundo es la investigación básica, que es aquella que se realiza con el único fin de entender mejor el universo (ciencias físicas y naturales) o la sociedad (humanidades y ciencias sociales) sin que se requiera evidencia de su utilidad práctica. En tercer lugar se encuentra la innovación, que es la explotación del conocimiento científico para el desarrollo de tecnologías con aplicación inmediata en el sector industrial buscando mejorar la competitividad comercial de las empresas y de esa manera la economía. En cuarto lugar el acceso abierto al conocimiento generado con recursos públicos mediante la publicación de libros, artículos, informes y otros documentos de libre disponibilidad fundado en la consideración de que el conocimiento es patrimonio de la sociedad. Finalmente, la inversión en infraestructura nacional que permita que los científicos y los tecnólogos aceleren sus investigaciones. En este último punto se encuentran las universidades, centros de investigación, bibliotecas, galerías y megaproyectos como por ejemplo el sincrotrón.

Con mayor o menor disponibilidad de recursos todos los países invierten en estos rubros y los resultados positivos son proporcionales a la magnitud y precisión de la inversión. México no es la excepción y gracias a la inversión pública sostenida contamos con un sistema científico de calidad y competitivo en algunas áreas y a pesar de que hemos pasado momentos difíciles nunca se ha expresado desde las estructuras del poder su rechazo a la ciencia o a los científicos con la firmeza como se expresa hoy desde la oficina de la presidencia de los Estados Unidos.

La cancelación de temas científicos de interés público como son el cambio climático de la agenda gubernamental al mismo tiempo que reactivan proyectos considerados como dañinos al medio ambiente entre ellos un oleoducto que pasaría por un área natural protegida han generado profunda preocupación. Se suman la propuesta de una secretaria de educación que niega la existencia de la evolución como proceso natural y que ha cabildeado su desaparición del curriculum escolar al mismo tiempo que se prohíbe a los investigadores de instituciones federales publicar sus descubrimientos sin la autorización expresa de la oficina de la presidencia. Sin embargo, la gota que derramó el vaso fue la desafortunada expresión “alternative facts” (hechos alternativos) utilizada por un alto funcionario de ese gobierno para la alterar la descripción de la realidad, violentando de esta manera el fundamento mismo de la ciencia.


Estos temas han dado mucho de sí desde el punto de vista periodístico y, de manera inédita, han generado una reacción importante desde la comunidad científica con docenas de declaraciones y la organización de un movimiento con cerca de 300 mil afiliados que buscará la normalización de la relación entre la ciencia y el gobierno mediante la protesta y otros actos de desobediencia civil.

En medio de toda esta turbulencia se ha popularizado el uso de la palabra “bigot” que se traduce al español como fanático pero que pienso tiene un sentido más profundo y que describe a la perfección la situación actual: una persona que de manera obstinada es devota de sus propias opiniones y prejuicios, que desestima de manera sistemática cualquier evidencia en contra, y que trata a los miembros de un grupo que considera diferente (racial o étnico) con odio e intolerancia.  La humanidad ha sufrido mucho en manos de personas así, seamos solidarios y sumemos nuestra voz a la de aquellos que están en riesgo, físico o profesional, en Estados Unidos o en otros países, evitando así un nuevo periodo de oscurantismo en pleno siglo XXI.

Información adicional

Astronomía en Xochicalco, Morelos
Arqueoastronomía en la América Antigua, escrito por Jesús Galindo Trejo

Notas periodísticas y otros productos sobre el tema de “Alternative facts”

Movimiento de protesta de científicos en Estados Unidos
@marchforscience

Testimonios de científicos extranjeros afectados por la prohibición para entrar a Estados Unidos

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