Artículos publicados originalmente por Brenda Valderrama en la columna "Reivindicando a Plutón" del Sol de Cuernavaca los día 15, 22 y 29 de enero de 2018.
Londres, 1952. Recién terminada la segunda guerra mundial, el
Reino Unido sufría los efectos de una grave recesión económica y el ánimo de
los ciudadanos era adverso al partido en el poder. Con la finalidad mejorar la
opinión de los ciudadanos durante la navidad de ese año, el gobierno incrementó
la dotación de carbón para la ciudad lo que llevó, de la mano de un inusual
fenómeno atmosférico llamado anticiclón, a la acumulación súbita de emisiones
de gases efecto invernadero y de partículas suspendidas. Durante una crisis que
duró una semana, la población de Londres estuvo expuesta a una niebla de
extrañas características que coloquialmente llamaron “niebla de sopa chícharo”
por su color amarillento y acre olor.
El reporte oficial de la época estimó que al menos cuatro
mil personas fallecieron a causa de esta
niebla entre el 4 y 8 de diciembre de ese año. Revisiones posteriores
indican que el número pudo haber sido mayor hasta alcanzar 12 mil decesos y más
de 25 mil enfermos. Eso sin contar un número indeterminado de pérdidas de
animales de compañía. Los efectos en la salud de la población se siguieron
detectando durante meses. La explicación sobre la ocurrencia de este grave
fenómeno y también porqué no se ha vuelto a presentar nos la ofrecen los
científicos especialistas en química atmosférica.
La quema de carbón conlleva siempre la emisión de compuestos
químicos llamados sulfuros y nitritos. En condiciones normales estos compuestos
se diluyen con las corrientes de aire y no interaccionan entre ellos. Durante
los días de la crisis en Londres, el anticiclón produjo una inversión térmica
que concentró las emisiones a nivel de la calle. Dado que era diciembre, la
baja temperatura y la alta humedad provocaron una densa niebla, que no es más
que la formación de pequeñas gotas de agua suspendidas y que absorben los
compuestos del aire, concentrándolos. La reacción química dentro de las gotas
de niebla entre los sulfuros y los nitritos bajo estas inusuales condiciones
lleva a la formación de ácido sulfúrico durante la noche y con el ligero
calentamiento del sol durante el día, el ácido se concentró dentro de las
mismas gotas como si fueran tubos de ensayo hasta alcanzar niveles nunca vistos.
Ahora sabemos que el ácido sulfúrico fue inhalado por las personas y atacó sus
vías respiratorias produciendo casos agudos de bronquitis química para la que
no existe ningún tratamiento y que resulta en una forma acelerada y dolorosa de
muerte dejando daños permanentes a los sobrevivientes.
El gobierno británico reaccionó ante la situación emitiendo
directivas severas y de efecto inmediato. Se prohibió la quema de carbón en los
hogares fomentando la instalación de calefacción con base en gas o
electricidad, también se redujo la quema de carbón en las termoeléctricas
instaladas dentro de la ciudad de Londres y eventualmente se ordenó su traslado
hacia otras partes del país elevando también la altura de las chimeneas para
asegurar la dispersión de las emisiones en las corrientes de aire. Todo este se
decretó como la primera Ley de Aire Limpio a nivel mundial en 1956. A partir de
entonces se han emitido numerosos documentos reforzando la necesidad de cuidar
el medio ambiente con resultados muy positivos.
California, 1974. La bonanza que se vivió en Estados Unidos
entre el fin de la Segunda Guerra Mundial y los años 70 promovió un estilo de
vida basado en el consumo desbordado como el motor de la economía. Entre los
miles de nuevos productos comerciales que se desarrollaron en estos años se
encuentran los aerosoles. Tan solo en 1973 se vendieron tres mil millones de
latas de estos productos entre los que se encontraban desodorantes, productos
para el cabello, limpieza y, de manera muy importante, refrigerantes.
Mientras esto ocurría, un joven ingeniero químico mexicano
terminaba su doctorado y se incorporaba a su primer empleo en la Universidad de
California en Irvine. En la búsqueda de temas de investigación decidió darle
tiempo al estudio de una molécula en particular, los cloro-fluoro-carbones
también conocidos como CFCs. Los CFCs no son naturales, fueron inventados en
1928 y sus propiedades químicas como propelente le hicieron el mejor aditivo
para la industria de los aerosoles, una industria que llegó a tener un valor de
9 mil millones de dólares.
La curiosidad de nuestro joven investigador lo llevó a
preguntarse cuál podría ser el impacto de la acumulación de este xenobiótico
(compuesto no natural) en la atmósfera. Tras unos años de estudios logró
acumular suficiente evidencia de que los CFCs tenían la capacidad de destruir
de manera rápida e irreversible la capa de ozono que envuelve al planeta. El
ozono es una variedad muy especial de oxígeno (O), en el cual, en lugar de
asociarse en parejas como sucede en el oxígeno molecular que respiramos (O2),
se asocia en tríos (O3). La capa de ozono se encuentra a 15
kilómetros de altura sobre la corteza terrestre y absorbe los rayos
ultravioleta que llegan del sol protegiendo al planeta y por supuesto a los
humanos de problemas de salud como el cáncer de piel.
La luz ultravioleta es de alta energía, por eso causa daño a
la piel pero también activa a los CFCs en un proceso llamado fotodisociación y
ocasiona su destrucción liberando cantidades muy pequeñas de cloro, tan
pequeñas que al principio no se pensó que pudieran tener impacto. Sin embargo,
las investigaciones demostraron que un solo radical de cloro podría destruir más
de 20 mil moléculas de ozono en una reacción en cadena. Con esta nueva
evidencia el joven investigador y sus colaboradores se decidieron a publicar
sus resultados de investigación en 1974 en la revista Nature.
A pesar de que los experimentos científicos fueron repetidos
numerosas veces demostrando su validez la industria desplegó una agresiva
campaña de desprestigio contra las investigaciones por lo que no fue sino hasta
1985 que la opinión pública comenzó a cambiar exigiendo la utilización de
compuestos diferentes a los CFCs en los aerosoles y forzando a los gobiernos
para generar nuevas normas que protegieran la atmósfera pero con un retraso de
más de 10 años. La comunidad científica decidió honrar la originalidad, calidad
e impacto de estas investigaciones otorgando
el Premio Nobel de Química 1995 a Mario Molina, ingeniero químico
mexicano que cambió la historia del planeta.
Cuernavaca, 2018. Sabemos desde hace casi veinte años que el 85% de la
contaminación atmosférica en Morelos proviene de las emisiones del parque
vehicular y que, además, ésta se concentra en las principales zonas conurbadas:
Cuernavaca, Cuautla y Jojutla, siendo el punto más contaminado del estado el centro de Cuernavaca y en particular la calle de Galeana. El diseño actual de los derroteros del transporte público con ruta fija junto con el pobre estado
mecánico de las unidades, tanto públicas como privadas, ocasiona que los
habitantes del centro de Cuernavaca y los miles de peatones que por ahí circulamos
diariamente, estemos expuestos de manera directa a las emisiones tóxicas de más
de 100 mil vehículos que alcanzan niveles superiores a los de la ciudad más
contaminada del país, la Ciudad de México.
El primer paso a la solución de este grave problema, que
tiene un impacto directo en la salud de las personas pero que también impacta a
la salud del medio ambiente, se dio en 1995 con la implantación de la Verificación
Vehícular la cual promovió una ligera mejora en las condiciones generales de la
calidad del aire pero, dado que en su mayoría las emisiones de alta toxicidad
son producidas por el transporte público que sigue utilizando diésel y que
está, por lo general, fuera de la norma, lo que hizo indispensable un cambio de
estrategia.
Esta estrategia fue el diseño de una zona de bajas emisiones
conocida como Ecozona. Este modelo nace en Europa hace 15 años donde se implantó en tres fases. La primera consiste en cobrar a los vehículos contaminantes un peaje por
entrar al centro de la ciudad, siendo más alta la cuota mientras más emisiones generen.
La segunda comprende la prohibición de acceso a unidades con más de 12 años de
servicio y su sustitución por modelos más eficientes y menos contaminantes pero
aún con pago de peaje. La tercera fase es la entrada exclusiva a vehículos
eléctricos o híbridos. Londres fue pionero en esta estrategia y está a punto de
entrar a la tercera fase. Los resultados han sido excelentes pues los recursos
que se colectan de los peajes se invierten en la misma zona acelerando la
mejora.
La situación en Cuernavaca resultó ser un poco diferente
pues además de la clara identificación y cuantificación de las emisiones
provenientes de vehículos se detectó una importante presencia de partículas
contaminantes provenientes de las barrancas que rodean al centro de la ciudad.
El sistema de alcantarillado del centro de Cuernavaca se encontraba en pésimas
condiciones ya que las pocas líneas existentes fueron fabricadas con barro y, además de
estar fuertemente dañadas, no estaban conectadas a un colector sino que
desbordaban directamente a las barrancas. A diferencia de Londres, el diseño de
la Ecozona necesitó considerar ambas fuentes de contaminación pero descartando
el cobro de peaje.
De manera ordenada y bajo la asesoría de la Fundación Mario
Molina, se comenzó en 2013 un diseño que incluía la reconstrucción total de la
red de alcantarillado del centro para la concentración de todas las aguas
residuales en un colector maestro que las lleve a la planta de tratamiento de
Acapantzingo. Simultáneamente a estas obras se realizó un cambio de
pavimentación con un modelo que privilegiara al peatón sobre el automóvil, es
decir, con banquetas más anchas, transitables aún en silla de ruedas y la
posibilidad de cerrar algunos tramos al tráfico. Finalmente, se realizó un
estudio de origen y destino del transporte público con ruta fija con la
finalidad de rediseñar los derroteros y minimizar la presencia desordenada de
los mismos en el primer cuadro.
La implantación de cualquiera de estos modelos se encuentra,
de manera predecible, con oposición. En Londres se opusieron la asociación de
transportistas de carga y de mudanzas al igual que algunos comercios que
requerían el acceso de sus clientes por auto. Sin embargo, la rotunda
solidaridad de las sociedades científicas y médicas así como la participación
de los diferentes niveles de gobierno permitió su operación y, a la fecha, los
excelentes resultados han diluido toda crítica. Desafortunadamente en
Cuernavaca todavía estamos en la fase de oposición donde los transportistas, el
comercio informal y el gobierno municipal requieren entender, apreciar y
reconocer que posponer la evolución del centro de la ciudad por intereses de
corto plazo no beneficia a nadie sino que afecta de manera directa e
irreversible la salud de miles de personas, que ahuyenta el turismo y que deteriora
la actividad económica vulnerando, además, el derecho que tenemos los ciudadanos al aire
limpio.
Información adicional
Úrsula Oswald. Recursos Naturales en: Contribuciones a la
investigación regional en el estado de Morelos. J. Delgado Macías (ed). CRIM
UNAM 2000 http://www.crim.unam.mx/web/node/2221
Mario Molina y
la saga del ozono: ejemplo de vinculación ciencia-sociedad http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1870-00632015000300015
Modelo y
avances de la Ecozona en Cuernavaca. http://centrohistorico.morelos.gob.mx/?q=salud-ambiental
Zonas de bajas
emisiones como instrumentos de políticas públicas ambientales. https://www.polyu.edu.hk/cee/MOVE2016/5-05-WESTON.pdf