Artículo publicado originalmente por Brenda Valderrama en la columna "Reivindicando a Plutón" del Sol de Cuernavaca el 8 de enero de 2017.
Entre las muchas evaluaciones que se le hace a nuestro país
por ser miembro de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico
(OCDE) se encuentra la prueba PISA la
cual se aplica a estudiantes de 15 años y nos indica el potencial de nuestros jóvenes
para tener éxito en una sociedad altamente tecnificada. Esto se hace comparando
el desempeño en ciencias, matemáticas y lectura de los estudiantes mexicanos con
los de otros países miembros de la organización. Los estudiantes de más alto desempeño en
ciencias pueden utilizar ideas y conceptos científicos abstractos para explicar
fenómenos y eventos complejos y poco comunes. En matemáticas, pueden ser
capaces de tener un pensamiento y razonamiento matemático avanzado. En lectura,
estos estudiantes pueden extraer la información que necesitan localizar y
organizar de segmentos integrados dentro de un texto o una gráfica.
A nivel global los resultados de la prueba PISA revelan
profundas diferencias de género en lectura, a favor de las mujeres encuestadas,
con una reducción en la diferencia cuando se trata de lectura digital. En el
caso de los hombres el bajo desempeño está fuertemente asociado a situaciones de
desventaja socioeconómica pero en el caso de las mujeres, inclusive las de
mejor desempeño general, existe una tendencia a fallar ante el reto de pensar
como científicas, por ejemplo cuando se les solicita formular una situación
matemáticamente o interpretar un fenómeno de forma científica.
En general los estudiantes encuestados reportan encontrar
disfrute y estar interesados en aprender ciencia y aunque a nivel mundial esto
es más frecuente en hombres que en mujeres, para los mexicanos no solo no
existe diferencia entre géneros en cuanto a su interés vocacional por la
ciencia sino que tampoco hay diferencia en cuanto a su apreciación de la
utilidad del conocimiento científico y tecnológico para sus planes futuros,
alcanzando el valor más alto entre todos los países de la OCDE.
Desafortunadamente esta motivación no está asociada al
desempeño, que es significativamente bajo en ciencias y matemáticas, por lo que les va a ser más difícil que
alcancen su objetivo. Aún así, casi la mitad de los encuestados (41%) indicó
que le gustaría desarrollarse en una ocupación que requiere un profundo
entrenamiento científico, el valor más alto entre todos los países de la OCDE. Esta
expectativa aumentó 9 puntos porcentuales entre 2006 y 2011 en parte debido al
aumento de 12 a 19% de jóvenes interesados en carreras médicas.
La mayoría de quienes se interesan en carreras científicas y
tecnológicas son hombres. Separando las carreras médicas de las de ciencias e
ingeniería, los datos indican un sesgo importante pues solamente 9% de las
mujeres indica su interés en ciencia e ingeniería contra 26% por áreas médicas
mientras que en el caso de los hombres es 28% contra 13% en estas mismas áreas.
Desafortunadamente no existe información estadística a nivel nacional sobre la
matrícula a nivel licenciatura (ni a nivel posgrado) en áreas científicas y
tecnológicas por lo que el único dato para contrastar consiste en la información
de egreso donde una mujer tiene solamente el 18% de probabilidades de graduarse
contra 37% si es hombre.
En el caso de nuestro país, aquellas jóvenes que deciden
incorporarse al sistema científico tienen muchos retos por superar, en
particular su evolución dentro de los exigentes mecanismos de evaluación de
desempeño conocidos como sistemas de investigadores, instituciones que
solamente existen en México. Estos sistemas utilizan diferentes indicadores
para evaluar el a los investigadores entre los que se encuentran la publicación
de libros y artículos científicos, la formación de estudiantes especializados,
la colaboración en programas docentes y en actividades de divulgación de la
ciencia, la participación en conferencias y congresos nacionales e
internacionales. Para los morelenses existe el Sistema Estatal de
Investigadores así como también el Sistema Nacional de Investigadores y entre
los dos se integra a mil 476 de los cerca de 2 mil profesionales de la ciencia
de nuestro estado.
Aunque de manera global la población de investigadores
morelenses está cercana a la paridad de género (58%
hombres y 42% mujeres) al desagregar los datos del padrón 2016 en siete categorías se aprecian algunas anomalías. El orden en
el gráfico corresponde primero al Sistema Estatal como el que menos
requerimientos exige seguido de la Candidatura al Sistema Nacional y después
sus tres niveles, concluyendo con la membrecía de la Academia de Ciencias de Morelos, un organismo civile que reúne a los más reconocidos exponentes de
la actividad científica estatal. En el gráfico es evidente que la participación de las
mujeres disminuye de manera sistemática conforme se incrementa el nivel de
exigencia, comenzando con una paridad de una mujer por cada hombre y terminando
con una de una mujer por cada cuatro hombres.
A partir de toda esta información
podemos sugerir la existencia de, al menos, cinco momentos en los que se
generan cuellos de botella para la incorporación y desarrollo de las mujeres en
actividades científicas y tecnológicas. El primero es a nivel de educación básica y media superior
donde hay que capacitar a los profesores para dar seguimiento más cercano a las
niñas que demuestren interés y aptitudes para ciencias y matemáticas
fortaleciendo su vocación. Posteriormente la necesidad de un impulso decidido a
la incorporación de más mujeres a carreras científicas e ingenierías diferentes
de medicina. Aquí es sumamente pertinente la observación de la OCDE sobre que los padres
tienen a tener una mayor expectativa de los hijos hombres para desempeñarse en
carreras científicas o ingenierías, aunque a los 15 años su desempeño en
matemáticas sea el mismo que el de las mujeres. El tercero es la necesidad de dar tutorías
personalizadas a mujeres dentro de carreras científicas e ingenierías para
incrementar su probabilidad de graduación. El cuarto es la necesidad de
incorporar más y mejores políticas institucionales que permitan que las mujeres
que se dedican de manera profesional a la ciencia puedan seguir evolucionando
dentro del sistema sin perjuicio de su desarrollo personal y familiar. El quinto y último, es incrementar a dos a uno
el número de mujeres sobre hombres en las comisiones de evaluación de los
sistemas de investigadores y en la Academia de Ciencias de Morelos para evitar un
sesgo adicional.
A pesar de que estas acciones tendrían más impacto de
implantarse a nivel institucional no hay que descartar la importancia de
pequeñas acciones individuales como por ejemplo la mentoría dentro del programa
de entrenamiento para olimpiadas científicas que lleva a cabo el Gobierno
Estatal junto con la Academia de
Ciencias de Morelos o el programa Adopta un Talento de la Academia Mexicana de
Ciencia. Sería un excelente propósito para este 2018.
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