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martes, 22 de marzo de 2016

El virus del Zika: de la sorpresa a la preocupación

Artículo publicado originalmente por Brenda Valderrama en la columna "Reivindicando a Plutón" del Sol de Cuernavaca el 22 de marzo de 2016.


El brote de la enfermedad producida por el virus del Zika ha sido declarado ya emergencia internacional de salud pública siendo, posiblemente, uno de los peores y más peligrosos agentes infecciosos de nuestros tiempos. El virus del Zika fue identificado por accidente en 1947 como parte de un experimento realizado en Uganda dirigido a buscar nuevas variedades del virus de la fiebre amarilla. Desde entonces y hasta ahora, el virus se había considerado una curiosidad biológica, al igual que otros virus transmitidos por mosquitos como Spondweni, Wesselsbron o Ntaya, puesto que no existía evidencia de la infección en humanos.

Estudios posteriores realizados por Dick, Kitchen y Haddow revelaron que el virus podía ser transmitido artificialmente además de a monos Rhesus y ratones a monos de cola roja, ratas, cuyos y conejos. De todos estos, solo los ratones presentaron daño neuronal. Tuvieron que pasar 16 años más hasta que, una vez más de manera accidental, un investigador llamado David Simpson que trabajaba también en Uganda fue infectado por el virus del Zika. Este accidente le permitió correlacionar de manera rigurosa la presencia del virus y los síntomas que incluían un sarpullido extendido por todo el cuerpo incluyendo las palmas de las manos y las plantas de los pies pero sin comezón y sin el dolor de articulaciones característico de Dengue y Chikungunya.

Durante los 40 años siguientes hubo reportes dispersos de la presencia de material reactivo a anticuerpos específicos contra el virus del Zika en humanos pero sin asociarse a un brote de la enfermedad hasta 2007 cuando se confirman 49 casos entre al menos 5,000 personas infectadas pero sin casos graves ni fallecimientos en la isla de Yap (Micronesia). Todo esto cambia en 2013 cuando, durante un brote de Zika en la Polinesia Francesa con 19,000 personas infectadas y 333 casos confirmados, se identifican consecuencias de gravedad incluyendo problemas neurológicos en adultos.

El primer caso documentado de Zika en América fue el año pasado cuando se identifican los primeros ocho pacientes en Brasil y pocos meses después se genera una alerta médica ante el incremento inusual de casos de microcefalia en fetos. La responsabilidad del virus antes esta nueva emergencia ha estado en la primera línea de discusión los últimos meses pues se ha propuesto, de manera alternativa, que se trate de un efecto secundario del uso masivo de insecticidas para el control del mosquito vector del virus, Aedes aegypti. Sin embargo, Patricia Brasil y colaboradores  publicaron recientemente los resultados de un estudio realizado en Río de Janeiro a 88 mujeres con embarazo entre las semanas 8 y 35 que acudieron a la clínica por sarpullido y de las cuales 72 resultaron positivas al virus del Zika. Del ultrasonido realizado a 42 de las embarazadas positivas y a todas las negativas se desprendió que en 29% de las pacientes positivas se encontraron anormalidades en el feto pero no en ninguna de las negativas.

Entre las anormalidades encontradas, además de cinco casos de microcefalia, se detectaron lesiones al sistema nervioso central, reducción de volumen de líquido amniótico o de flujo de sangre por el cordón umbilical, por lo que se refuerza la responsabilidad del virus del Zika en la ocurrencia de daños irreversibles al producto de la gestación. En dos casos la gravedad del daño ocasionó el aborto espontáneo en las semanas 36 y 38.

La dispersión del virus por el mosquito Aedes aegypti ya es de por sí preocupante pues en Latinoamérica no ha sido posible su erradicación a pesar de ser el portador de otras enfermedades de alto impacto como Dengue y Chikungunya.  Evidencia reciente sugiere la transmisión del virus del Zika también por vía sexual lo cual complica todavía más el panorama por dos razones: la primera porque las mujeres embarazadas podrían correr riesgo aún cuando no estén expuestas al mosquito y segunda porque significaría que el virus no requiere al mosquito para su maduración y, por lo tanto, aunque se erradicara, el brote podría continuar.

Entre los retos para la comunidad científica se encuentra el diseño de anticuerpos que reconozcan de manera específica al virus del Zika con la finalidad de desarrollar un método diagnóstico definitivo que permita determinar con precisión la presencia del agente en la población. Actualmente no hay medicamentos dedicados y quizá no sean necesarios pues los síntomas de la enfermedad son suaves, sin embargo, las consecuencias de la infección sobre el feto hace más importante el desarrollo de una vacuna. El proceso de desarrollo de una vacuna es largo y se requerirán, aún en el escenario más optimista, cinco a siete años antes de contar con una a nivel experimental y otro tanto antes de que esté disponible comercialmente.

En una atrevida entrevista Scott Halstead, un reconocido especialista en enfermedades virales, sugiere que las inusuales características del brote de Zika en América tienen que ver, por un lado, con la ausencia de inmunidad en nuestro continente ya que el virus es africano y, por otro lado, con un efecto potenciador de anticuerpos contra el virus del Dengue, un primo muy cercano al Zika, que podrían estar incrementando el efecto de la infección y quizá, podrían ser también la razón por la que logra traspasar la placenta. Este fenómeno se llama ADE (Antibody Dependent Enhancement o potenciación dependiente de anticuerpos) y es la razón por la que en algunos casos el Dengue clásico se complica a Dengue hemorrágico. De manera optimista y con base en su experiencia con otros brotes, Halstead predice que, aún sin una vacuna, el Zika desaparecerá de manera natural en cinco años. Ante este panorama, lo único que nos queda es tratar de controlar la propagación del mosquito y evitar que nos pique mediante el uso de pabellones, ropa de manga larga y el uso de repelentes y, para las mujeres embarazadas, la Organización Mundial de la Salud sugiere usar protección durante el sexo si su pareja ha estado expuesta a la infección.


De manera paralela, este escenario de extrema gravedad debería ser suficiente para volver a poner en primer plano la discusión sobre la legalización del aborto terapéutico en nuestro país.

Información adicional

Enfermedades emergentes, artículo publicado previamente en este mismo blog
http://reivindicandoapluton.blogspot.com/2016/01/enfermedades-emergentes-articulo.html

Artículos originales donde se describe el descubrimiento del virus del Zika

Página oficial de la Organización Mundial de la Salud con las recomendaciones del comité de emergencia para el Zika

Entrevista a Scott Halstead

Artículo de Brasil y colaboradores sobre el estudio en Río de Janeiro

Video sobre el ciclo de vida del virus del Dengue, un pariente cercano del virus del Zika





lunes, 14 de marzo de 2016

Una posible cura para el Alzheimer

Artículo publicado originalmente por Brenda Valderrama en la columna "Reivindicando a Plutón" del Sol de Cuernavaca el 14 de marzo de 2015




El termino demencia describe de manera general un cuadro de deterioro de habilidades mentales suficientemente severo como para interferir con la vida diaria. No se trata de una enfermedad como tal sino que describe un amplio rango de síntomas entre los que se incluye pérdida de memoria y de otras capacidades intelectuales como concentración, razonamiento y juicio. Las personas con demencia tienen problemas con memoria a corto plazo como por ejemplo recordar compromisos, pagar cuentas o simplemente ubicar su cartera.  No todos los tipos de pérdida de memoria implican demencia pero, por otro lado, muchos tipos de demencia son progresivos, es decir, que los síntomas comienzan de manera sutil y se agravan con el tiempo.

Existen muchas causas para la demencia sin embargo la más común es la enfermedad de Alzheimer, llamada así en reconocimiento al Dr. Alois Alzheimer, psiquiatra y médico alemán quien fue el primero en identificar sus síntomas a principio del siglo XX. La enfermedad de Alzheimer es, actualmente, uno de los principales problemas de salud pública en el mundo llegando a tener una prevalencia del 13% en la población de personas adultas mayores.

Reconocida en nuestro país apenas en 1998 como causa de muerte, la enfermedad de Alzheimer afecta a 860,000 personas mayores de 60 años y se espera que alcanzará la alarmante cifra de 3.5 millones para 2050. Este escenario es de extrema seriedad para todos. Para quienes, como yo, estaremos dentro del grupo de riesgo en los próximos 20 años. Para los más jóvenes, quienes tendrán que asimilar como compromiso de vida la atención y cuidado de sus padres o abuelos. Y, finalmente, para el sistema de salud pública que tendrá que prepararse para la inversión necesaria para la atención de una enfermedad que no es prevenible y que no tiene cura conocida.

¿Qué se puede hacer, desde la ciencia, para atender con ésta importante situación? Lo primero es identificar, con rigor académico, la situación demográfica real. En este sentido el Grupo de Investigación de Demencia de la Organización Internacional de la Edad Adulta (ADI, por su siglas en inglés) en colaboración con la Organización Mundial de la Salud desarrollaron en 2012 el reporte “Demencia: una prioridad en salud pública” de cuyo seguimiento se desprende que en los núcleos urbanos de México una de cada 58 personas mayores de 60 años presenta los síntomas mientras que en el área rural aumenta la incidencia a una persona de cada 29. Es importante saber que los factores de riesgo identificados son, en orden de importancia decreciente: el deterioro funcional instrumental preexistente (especialmente cardiovascular), la presencia de diabetes, el deterioro sensorial (auditivo y/o visual), la depresión, la edad y el sexo femenino.

Los resultados de estas investigaciones son importantes porque indican que realizar actividades sociales, dejar de fumar, hacer ejercicio, llevar una dieta rica en frutas, verduras y pescado, controlar peso y niveles de azúcar en sangre, evitar el consumo excesivo de alcohol y tratar hipertensión arterial nos ayuda, de manera decidida a disminuir el riesgo de desarrollar la enfermedad de Alzheimer y otros tipos de demencia.

Por otro lado, la ciencia nos ayuda a conocer más acerca de los orígenes de la enfermedad de Alzheimer. Ahora sabemos, entre otros datos, que los cerebros de las personas con la enfermedad pierden tanto neuronas como función sináptica acompañada de la acumulación del péptido amiloide beta así como de formas anormales del péptido tau, cambios que conllevan al deterioro irreversible del tejido del cerebro y a la pérdida de función.

Hasta ahora las investigaciones se han dirigido a la caracterización de la enfermedad pero, recientemente, se han comenzado a levantar voces por todo el mundo para llamar la atención sobre el riesgo potencial de desarrollo de la enfermedad a partir de infecciones. Respaldados por un amplio listado de artículos científicos, el 8 de marzo pasado la revista internacional Journal of Alzheimer’s Disease publicó un desplegado firmado por 33 líderes mundiales donde se exhorta a los gobiernos a invertir en la investigación dirigida a comprobar la relación existente entre infecciones por agentes tan diversos como el virus del Herpes simple, Chlamydia o un tipo de bacteria llamada espiroqueta y el desarrollo de la enfermedad de Alzheimer.

Con numerosas evidencias relacionadas con similitudes en el modo de daño generado por infecciones de virus, bacterias y hongos así como en la posibilidad de identificar inclusive determinantes genéticos en la población que aumenten la susceptibilidad, el consorcio ha despertado una intensa pero sana polémica al exigir recursos para llevar a cabo estudios más profundos que permitan descartar las infecciones como causa de la enfermedad de Alzheimer.

No es la primera vez que se vive una polémica de este tipo. Hasta principios de los años 90 se pensaba que la gastritis y las úlceras gástricas se debían a condiciones ambientales como el estrés, el consumo de comidas condimentadas y a demasiado ácido en el estómago. Por lo tanto, todos los tratamientos eran dirigidos a cambios de hábito y a la remediación con antiácidos hasta que el daño era tan profundo que ameritaba cirugía.  En contra a la opinión generalizada, un grupo de investigadores australianos dirigidos por Barry Marshall sostuvo que las úlceras gástricas se originaban por una infección y por lo tanto podrían ser tratadas con antibióticos.

Confiados con la seriedad de sus investigaciones, el grupo de Marshall resistió los embates de escepticismo y continuó trabajando hasta demostrar de manera conclusiva que las úlceras se debían a la infección de una nueva bacteria, Helicobacter pylori y que el tratamiento con antibióticos era efectivo en eliminar las úlceras. La comunidad científica cedió finalmente ante la evidencia y Marshall recibió junto con Robin Warren el Premio Nobel de Medicina en 2005.

Con estos antecedentes debemos abrir nuestra mente y pensar que quizá el consorcio podría tener razón y que la muy grave enfermedad de Alzheimer pudiera estar generada por una infección lo que abriría nuevos horizontes a la prevención y al tratamiento. Este es el tipo de aportaciones que realizan los científicos para mejorar nuestras condiciones de vida y es por eso que los gobiernos deben invertir en investigación tanto básica como aplicada y estimular a los jóvenes a considerar dedicarse a esta noble y muy importante actividad.

Información adicional:

Desplegado publicado en el Journal of Alzheimer´s Disease

Condiciones de salud y estado funcional de los adultos mayores en México

Demencias en México: La necesidad de un Plan de Acción

Asociaciones de Alzheimer en el extranjero