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lunes, 23 de octubre de 2017

El recuento de los daños


Artículo publicado originalmente por Brenda Valderrama en la columna "Reivindicando a Plutón" del Sol de Cuernavaca el día 23 de octubre de 2017.

Me había propuesto ya no escribir sobre el temblor pues la reconstrucción no solo debe ser sobre lo material sino también sobre nuestras conciencias buscando la paz que de momento perdimos, sin embargo, me pareció importante compartir el costo que impondrá a nuestra economía la ocurrencia del sismo 19S. Comienzo diciendo que para el 19 de octubre, un mes después del sismo, se ha concluido el censo de viviendas dañadas contabilizando 22 mil, de las cuales 6 mil 219 presentan daños severos que ameritan demolición parcial o total. Igualmente se identificaron 5 hospitales y 195 centros de salud dañados así como 23 caminos y carreteras que requerirán reparación. En cuanto a infraestructura educativa, el 85% de las escuelas del estado presentan daños y 30 de ellas tendrán que ser totalmente reconstruidas. Esto, además del daño a nuestro patrimonio cultural conformado por conventos, haciendas e iglesias históricas.

El costo de la reconstrucción alcanza la cifra de 5 mil 700 millones de pesos los cuales se distribuyen de la siguiente manera: 51% corresponde a escuelas, 29% a vivienda, 8% a edificios públicos, 4% a carreteras, 2% a patrimonio cultural, 1% a infraestructura hidráulica, 1% a salud, 0.8% a mobiliario y servicios urbanos y 0.4% a infraestructura deportiva. Parte de estos recursos provendrán del Gobierno Federal, a través del Fondo de Emergencias FONDEN, que aportará 2 mil 700 millones. El resto del dinero tendrá que extraerse del presupuesto estatal y para lograrlo se decretó una revisión exhaustiva del programa de inversión con la finalidad de redirigir los recursos a esta urgente e importante labor. Igualmente los municipios han sido convocados a realizar una revisión similar con la finalidad de sumar esfuerzos y aportar de manera concurrente junto con el estado para la reconstrucción.

En cuanto a la economía, sabemos que 4 mil 800 unidades económicas en el estado, equivalente al 4.7% del total, sufrieron algún daño y será necesario tomar medidas emergentes para su pronta y total recuperación, la cual pasa de manera inevitable a través de la reactivación del turismo, el principal motor de nuestra economía. Sostener la actividad económica es una razón más para acelerar la reconstrucción y recuperar nuestro liderazgo en la atracción de visitantes y de inversiones.

En cuanto a infraestructura científica, los mayores daños reportados se localizaron en el Instituto Tecnológico de Zacatepec, en el Instituto de Biotecnología de la UNAM y en el Centro de Investigaciones Químicas de la UAEM quienes tuvieron afectaciones en infraestructura y equipamiento. El resto de la planta de investigación ha retomado ya sus actividades aunque estaremos pendientes de cualquier necesidad que surja posteriormente.

Nos queda, sin duda, una labor de reconstrucción solo comparable a la que se realizó hace un siglo al finalizar la Revolución Mexicana. La diferencia fundamental es que ahora los morelenses estamos unidos para recuperar lo antes posible el esplendor de la Primavera de México.

No quiero finalizar sin mencionar a cuatro mujeres extraordinarias quienes junto con el Gobernador y el Secretario General de Gobierno fueron los pilares durante los momentos más difíciles de la crisis, ejemplo de compromiso y dedicación. Ellas son Patricia Mora, Patricia Izquierdo, Beatriz Ramírez y Blanca Almazo, titulares de las Secretarías de Salud, Obras Públicas, Educación y Desarrollo Social. Mi reconocimiento a ellas y al resto del gabinete ampliado.

lunes, 16 de octubre de 2017

El valor de la tecnología durante la emergencia


Artículo publicado originalmente por Brenda Valderrama en la columna "Reivindicando a Plutón" del Sol de Cuernavaca el día 16 de octubre de 2017.

La experiencia que nos ha dejado el sismo del pasado 19 de septiembre es abrumadora. Por un lado nos sentimos frágiles, vulnerables y confundidos pero por otro lado aprendimos. Aprendimos a cómo reaccionar ante una emergencia tanto en lo individual como en lo colectivo y también como gobiernos. Nos dimos cuenta que los simulacros no son para tomarse a la ligera, que el ejercicio de saber hacia dónde dirigirnos en una emergencia puede ser la diferencia entre sobrevivir o no, también que hay que mantener la calma y que hay que ser generosos pues siempre puede haber alguien que necesite nuestra ayuda en ese momento.

Pero no solamente el lado humano es importante, también lo es conocer el papel preponderante que adquiere la tecnología durante una emergencia. En primer lugar la capacidad de alertar ante la ocurrencia de un sismo. Nuestro país cuenta actualmente con una Red Sismológica de Banda Ancha compuesta por 61 estaciones. Configurada para monitorear la sismicidad en las regiones de mayor potencial sísmico, las estaciones se localizan, en su mayoría, a lo largo de las costas del Océano Pacífico y de Veracruz, así como en el eje neovolcánico. En Morelos contamos con una de estas estaciones instalada en las cercanías de Cuautla.

La página del Servicio Sismológico Nacional nos detalla que cada una de estas estaciones está equipada con los siguientes instrumentos: Un Sismómetro que registra ondas sísmicas de diferentes frecuencias y magnitudes, desde sismos locales pequeños hasta sismos lejanos, sin problemas de saturación. Un acelerómetro que registra las aceleraciones del suelo dentro de un amplio espectro de frecuencias sin saturación de la señal para sismos grandes locales y regionales. Estas características de los sensores, permiten estimar con gran precisión la magnitud de sismos grandes que puedan ocurrir en el territorio nacional. Un registrador con digitizador de 24 bits que permite el almacenamiento de los datos para su posterior análisis.

Todos estos sensores están conectados a una red de estaciones de monitoreo a lo largo y ancho del país. En Morelos la estación de monitoreo es la Coordinación Estatal de Protección Civil por ser la instancia responsable de la primera respuesta ante la emergencia. En algunas localidades se cuenta con un sistema de alarma sísmica público que consiste en una colección de bocinas localizadas en sitios estratégicos que están conectadas al sistema de monitoreo y que emiten un sonido de alerta en el momento de la ocurrencia del sismo. También existen aplicaciones para celulares y para computadoras que permiten conectarse en tiempo real al sistema de monitoreo y que emiten una alarma individual.

La existencia de esta red es fundamental para la prevención de desgracias personales y tiene su mayor utilidad mientras más lejano es el sismo. Por ejemplo, si el movimiento ocurre en la costa de Guerrero tomando en cuenta un promedio de velocidad de las ondas sísmicas entre 3.5 y 4.0 Km/segundo, tardarán en llegar a Morelos entre 60 y 70 segundos. Por nuestra cercanía con la costa, la alarma nos avisará con 40 segundos de anticipación, muy útiles para comenzar una evacuación ordenada. 

Es importante puntualizar que en el caso particular del sismo del 19 de septiembre, por el hecho mismo de que el epicentro fue dentro de nuestro territorio, la velocidad con la que se transmitió la alerta fue prácticamente la misma que la de las ondas sísmicas para Morelos y también para la Ciudad de México. Pero esto es la excepción, por lo general la tecnología financiada por el gobierno no solo es útil para el registro de información que permite el mejor entendimiento de los fenómenos sísmicos sino que realmente salva vidas al regalar valiosos segundos a la respuesta personal e institucional ante la emergencia.

Información adicional

Reporte del Sistema de la Red Acelerográfica de la Ciudad de México

http://www.cires.org.mx/racm_historico_reporte_particular_es.php?fecha_aviso=2017-09-19&hora_aviso=18:14:40&registros_aviso=61&fecha_sismo=2017-09-19&hora_sismo=18:14:40&latitud_sismo=18.40&longitud_sismo=-98.72&profundidad_sismo=57.00&magnitud_sismo=7.1

Registros del Sistema de la Red Acelerográfica de la Ciudad de México donde se pueden comparar las características de los sismos del 7 y del 19 de septiembre de 2017.

http://www.cires.org.mx/registro_busquedas_sismo_resultado_es.php


domingo, 8 de octubre de 2017

Recuento de un sismo


Artículos publicados originalmente por Brenda Valderrama en la columna "Reivindicando a Plutón" del Sol de Cuernavaca los días 25 de septiembre, 2 y 9 de octubre de 2017.

I. Un sismo extraordinario

Los medios de comunicación han estado saturados con noticias sobre el sismo del pasado 19 de septiembre. Han corrido ríos de tinta sobre la extraordinaria coincidencia de que ocurriera justamente 32 años y seis horas después del de 1985. También ha causado zozobra la posibilidad de que estuviera asociado a un fenómeno volcánico o simplemente porque nunca, por lo menos en lo que tenemos registro, se había presentado un sismo con epicentro en Morelos. Hoy quisiera tocar el tema pero dejando fuera lo que ha representado para un pueblo que no estaba preparado ni técnica ni socialmente para esta contingencia y que trata de hacer lo mejor que puede con lo que tiene.

México está asentado dentro de una zona de inestabilidad geológica compuesta por cinco diferentes placas, todas ellas en movimiento, a diferente velocidad y en diferente dirección. La más conocida sin duda es la Placa de Cocos que se localiza bajo el océano pacífico y con límites cerca del litoral mexicano desde Chiapas hasta Colima y que colinda con la Placa de Norteamérica sobre la que se asienta prácticamente todo nuestro país con la excepción de la península de Baja California. La Placa de Cocos se sumerge (técnicamente se dice subduce) por debajo de la Placa de Norteamérica a una velocidad de 6 centímetros por año. Regularmente los sismos que sufrimos en Morelos provienen de la colisión entre estas dos placas y por eso su epicentro o lugar de origen es la costa tal como ocurrió con el del 19 de septiembre pero de 1985.

Ahora, los de septiembre de este año no fueron así. El del día 7 tuvo su epicentro en la costa frente a Chiapas pero su profundidad de 70 km fue significativamente mayor que la del 1985 a solo 17.5 km. Bastó este dato para que los expertos entendieran que no se trataba de una colisión normal entre las placas sino que era otra cosa, algo que no había ocurrido en muchos años en esta zona, una fractura interna de la Placa de Cocos. A diferencia de las colisiones que van acumulando y liberando energía proveniente de la fricción de manera gradual, la fractura profunda libera una cantidad de energía acumulada mucho mayor por lo que el sismo es significativamente más fuerte. Aquí vale la pena mencionar que la escala de Richter con la que se estima la energía liberada por un sismo es logarítmica, lo que significa que la diferencia entre un sismo nivel 7 (como el de 1985) y uno nivel 8 (como el del 7 de septiembre) no es una unidad de diferencia sino que es 32 veces mayor.

El sismo del 19 de septiembre fue todavía más sorprendente, no solo tuvo su epicentro a 50 kilómetros de profundidad sino que se localizó a la mitad de la Placa de Norte América, justo debajo de Axochiapan. Estas dos características indican que el origen del sismo fue la fractura interna de la placa pero sin causa aparente ya que no es un sitio de colisión y a que, a diferencia de la de Cocos, no se está subduciendo sino que flota sobre la corteza terrestre.

Más de un geólogo ha tenido pesadillas con estos datos. Si además le sumamos que un día después del sismo en Morelos la pequeña isla de Vanuatu en el Pacífico Sur sufrió un sismo con epicentro a 200 km de profundidad lo que indica, una vez más, una fractura interna de la Placa, en esta ocasión la del Pacífico. La ocurrencia de tres sismos fuertes es un mes es poco probable pero posible pero que ocurran por fractura interna de tres diferentes placas es algo que nunca se había registrado. Estos fenómenos darán mucho material de estudio a los geólogos y ellos, a cambio, nos darán herramientas para poder estar mejor prevenidos cuando esto vuelva a ocurrir.

Mientras tanto, me corresponde atender a la población afectada en el municipio de Huitzilac junto con los colaboradores del Gobierno de Morelos adscritos a la Secretaría de Innovación, Ciencia y Tecnología. No tengo duda que nunca habrá demasiada ayuda pero será todavía más importante su colaboración en un par de semanas que el impacto emocional se diluya con las actividades de rutina. Ante la fuerza de la naturaleza no nos queda más que afrontar la situación con dignidad, civilidad y generosidad.

II. Los saldos del sismo


El sismo ocurrido a las 13:14 horas del 19 de septiembre de 2017 cambió para siempre la faz de Morelos. Monumentos históricos como el Jardín Borda o el Palacio de Cortés resultaron dañados, al igual que numerosos edificios públicos donde no solo la edificación se perdió sino también la documentación que albergaba en sus archivos en perjuicio de miles de ciudadanos. Pueblos mágicos como Tlayacapan verán seriamente comprometida su subsistencia por la baja en el turismo en general pero el sismo alcanzó también el turismo de bodas y el cultural al dañarse al menos 13 de nuestras ex-haciendas y prácticamente la totalidad de la ruta de los conventos.

La demolición del emblemático chacuaco del ingenio Emiliano Zapata en Zacatepec, aunque no afecta la producción de azúcar, sí provocó la muerte de dos trabajadores hiriendo a varios más durante su derrumbe. Qué decir de la cicatriz que dejó en Jojutla, donde prácticamente devastó el centro de la ciudad colapsando la actividad económica de la región. Hospitales, clínicas y centros de salud han tenido que adaptarse a la pérdida de espacios de atención e improvisar consultas y atención a enfermos en patios y carpas.

Lamentando profundamente la pérdida de cada una de las 74 vidas segadas por el sismo, en estos momentos más de 15 mil familias ven amenazada su subsistencia ante la destrucción parcial o total de sus viviendas a todo lo largo y ancho del estado estando muchas de ellas ya fuera de sus hogares por el alto riesgo que implica un derrumbe. Las labores de demolición se encuentran suspendidas hasta no generar un registro puntual de cada vivienda que les permita el acceso al fondo de reconstrucción al que tienen derecho como parte de la declaratoria de emergencia emitida el pasado 27 de septiembre. Lo mismo ocurre con más de 150 iglesias, la mayoría católicas y además muchas de ellas patrimonio histórico de la humanidad, dejando a miles de morelenses profundamente afligidos al perder sus lugares de culto.

Aunque de momento no existe desabasto gracias a la generosidad de miles de mexicanos que se volcaron a la distribución de despensas, si se comienza a detectar una reducción de la actividad económica la cual deberá de contar con los mecanismos y recursos necesarios para su reactivación. De manera muy positiva reconocemos que en Morelos ninguna escuela sufrió derrumbe durante el sismo gracias a la revisión cuidadosa de los planteles después del sismo del 7 de septiembre. Sin embargo la falta de clases en prácticamente todo el territorio estatal comienza a pesarle por igual a padres y a pequeños quienes, además, corren el riesgo de ver afectado su proceso de aprendizaje por el retraso en el calendario escolar.


Pero todo esto está siendo atendido y en muy pocos días comenzarán las labores de reconstrucción buscando que sean lo más rápidas y eficaces posibles. Sin embargo, Morelos enfrenta otra pérdida, intangible pero no por eso menos valiosa, la de la confianza. Acostumbrados a vivir en zona sísmica nos acostumbramos a ver pasar los temblores que se originan en las costas del pacífico pero nunca nos preparamos, ni física ni emocionalmente, para lo que nos sucedió el 19 de septiembre. Cualquier vibración de los edificios nos produce sobresalto, algunas personas mayores sufren ataques de ansiedad, pero de manera muy lamentable se comienza a percibir un estado de depresión generalizado el cual, dicen los expertos, se profundiza dos semanas después de una experiencia traumática. Esta depresión es normal y todos somos vulnerables, jóvenes y adultos, hombres y mujeres, y no debemos tomarlo a la ligera. Los invito a acercarnos a nuestros seres queridos, a escucharnos mutuamente, a compartir lo que sentimos y si detectamos a alguna persona que requiera atención médica especializada, el sector salud está preparado para atendernos. No dejemos que el saldo del sismo aumente dañando lo más valioso que tenemos, nosotros mismos.

III. El día que se cayeron las iglesias

Uno de los saldos más sobresalientes del sismo del pasado 19 de septiembre fue la destrucción, parcial o total, de 185 iglesias en Morelos. El impacto es muy amplio, pues afecta a la feligresía al perder sus espacios de culto religioso, al patrimonio cultural del estado pues la mayoría de estos edificios coloniales eran un testimonio de la historia de nuestros pueblos y finalmente en lo urbano ya que las iglesias fueron el punto de referencia desde donde se diseñaron los asentamientos contemporáneos.

Revisando con detalle encontramos que las iglesias, independientemente de su tamaño, presentaron dos tipos de daños graves: por un lado campanarios y por otro, arcos y cúpulas. El daño en los campanarios puede explicarse por la altura de las torres sumado al peso extra que le imponen las colosales campanas que albergan. La recuperación de estas piezas será delicada pero posible en cuanto que son construcciones adicionales al cuerpo principal de las iglesias. El caso de los arcos y cúpulas es diferente, pues es precisamente sobre estos elementos sobre los que se apoya la estructura del edificio y no solo en iglesias sino también en otros edificios coloniales. Pero ¿Por qué se cayeron los arcos y las cúpulas en este sismo y no en los muchos que han ocurrido en los últimos cientos de años, algunos inclusive más fuertes? ¿Y por qué se cayeron las cúpulas y no las paredes? Y la respuesta me la sugirió mi hermano Jorge, quien es arquitecto: es por su forma muy particular de construcción.

Nuestras iglesias, al ser católicas, utilizaron como diseño básico el de la arquitectura romana que permite la edificación de construcciones de gran altura con espacios libres de muros y buena iluminación gracias al uso sistemático del arco de medio punto.  Un arco de medio punto se basa en la sobreposición de piedras labradas llamadas dovelas para cerrar el espacio entre dos columnas. Las dovelas se colocan una sobre otra en seco, es decir, sin adición de cemento o mortero y en el punto medio donde se unen los dos segmentos de medio arco se coloca una piedra central llamada clave. El secreto del arco de medio punto es que la carga de las dovelas (y de cualquier otra estructura que se coloque encima de ellas) se distribuye homogéneamente hacia las dos columnas de soporte. Una serie de arcos soportados por sendas columnas basta para sostener una catedral.

Por otro lado, las cúpulas se construyen utilizando otra técnica romana llamada bóveda semihesférica. El principio básico de las bóvedas es equivalente al del arco de medio punto y que se basa en la sobreposición en seco de hiladas de piedras labradas o ladrillos (también llamadas dovelas) cerrando el espacio entre cuatro o más columnas solo que, podríamos decir, en tercera dimensión. El remate de las cúpulas es una piedra clave al igual que en los arcos aunque para generar iluminación natural se utiliza también un óculo cenital en forma de anillo que distribuye las cargas. Las cúpulas no son elementos de sostén de la estructura sino de diseño y solamente soportan su propio peso.

La razón para la destrucción de las iglesias tiene que ver con las características muy particulares del sismo en particular su fuerza y dirección. Como se explicó en el párrafo anterior, tanto los arcos de medio punto como las cúpulas están construidos en seco y lo único que los sostiene es el peso de las piezas. El peso de un objeto es proporcional a la masa del mismo y a la fuerza de la gravedad de nuestro planeta con la cual es atraído. La única explicación razonable para lo que sucedió es suponer que durante el sismo y como consecuencia de que el epicentro se encontraba directamente debajo de Morelos, nuestros edificios sufrieron un golpe seco, perpendicular a la superficie de la tierra y con una fuerza, al menos, igual a la de la gravedad. Como si un puño gigantesco las golpeara desde abajo haciendo volar las piedras claves y las dovelas pero sin tocar las paredes. Esta explicación también aplica para lo que observamos en algunas viviendas donde la loza se desprendió de los  muros en una sola pieza sin dañarlos o en otras construcciones donde los arcos se partieron justo a la mitad.

Por supuesto que entender lo que pasó no disminuye el daño pero nos da certidumbre sobre el fenómeno físico de origen y permite tomar mejores decisiones durante la fase de reconstrucción que sin duda será larga y requerirá de la colaboración de toda la comunidad. 



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