Artículo publicado originalmente por Brenda Valderrama en la columna "Reivincando a Plutón" del Sol de Cuernavaca el 18 de abril de 2016
Se entiende por ciencia ciudadana la investigación
científica llevada a cabo por gente común en acompañamiento de científicos
profesionales. Este tema ha sido de interés ya desde hace algunos años por
diversas razones. La primera es porque al acercar a la gente común a la
actividad científica se mejora su apreciación por la ciencia y se favorece la
generación de políticas pública que la promuevan y financien. Segunda, porque
fomenta vocaciones. Tercera porque permite la suma de recursos y, finalmente,
porque acelera los procesos científicos al incorporar a gran número de personas
en la captura y análisis de información a nivel masivo.
De manera histórica se puede reconocer durante los siglos
XVIII y XIX a la gran cantidad de naturalistas aficionados que se dedicaron de
manera independiente a la colecta, descripción y clasificación de plantas,
animales o minerales durante sus viajes por todo el mundo, acelerando el avance
de la biología y de otras ciencias naturales. Algunos de los casos más célebres
son Charles Darwin así como un personaje cercano a nosotros, Alexander von Humbolt,
a quien le debemos el nombre de “Ciudad de la Eterna Primavera” para Cuernavaca.
De manera reciente, se han desarrollado proyectos de ciencia
ciudadana dirigidos a la solución de problemas puntales. Por ejemplo, una
aplicación de celular para reportar la presencia del mosquito tigre (Aedes
albopictus) conocido portador de enfermedades virales como Dengue y
Chinkungunya con lo que se amplían las acciones de prevención sanitaria. O el
de un portal de gobierno donde se pueden subir descripciones y fotos de
inundaciones que permitan actualizar en tiempo real los mapas de riesgo. O un
proyecto que utiliza de manera coordinada el poder de procesamiento de
computadoras personales para el análisis de información en la búsqueda de
inteligencia extraterrestre. Las posibilidades son infinitas y nos indica que
existe una cantidad importante de voluntarios que estarían dispuestos a donar
su tiempo y su talento para proyectos científicos pero, hasta esta semana, no
había yo tenido la oportunidad de conocer a un científico ciudadano.
El personaje en cuestión se llama Cecilio, Don Cecilio me
corregiría a mí misma, en reconocimiento
no solo a su edad sino también al respeto que le tienen en su comunidad. Don
Cecilio es agricultor en su natal Chinameca pero no uno tradicional sino uno innovador,
de esos que se hacen preguntas y además investigan. Felizmente para todos
nosotros Don Cecilio aceptó incorporarse hace un par de años a un grupo de
científicos ciudadanos con la intención de recolectar datos relacionados al
cultivo de un árbol con potencial productivo de muy reciente ingreso a nuestro
campo.
En colaboración con el Dr. Leobigildo Cordova del Colegio de
Posgraduados de Chapingo, Don Cecilio participó durante un año en la
recolección de información puntual, detallada y precisa de las características
climáticas, ecológicas y agronómicas de cada uno de los más de dos mil árboles
que tiene sembrados en sus predios. Gracias a la calidad de los datos, los
expertos han podido acelerar el conocimiento de la especie en cuanto a
crecimiento y productividad pero también en su interacción con otras especies
de plantas, animales e insectos.
La generación de esquemas de Ciencia Ciudadana presenta un
enorme reto para todos. Por un lado la gente común precisa entender que el
éxito de un experimento se basa en la constancia y en la disciplina, cualidades
sencillas pero no siempre fáciles de ejercer y que son indispensables para
asegurar la calidad de los datos. Por otro lado, los científicos debemos
generar una comunicación efectiva para transmitir la importancia, beneficios y
condiciones con la suficiente claridad como para involucrar emocional e
intelectualmente al voluntario al mismo tiempo de transmitirle el respeto que
nos merece su valiosa participación.
Este tipo de experiencias puede ampliarse sin límite. Por
ejemplo, podríamos monitorear el estado de salud de nuestras barrancas o
entender que tipo de basura se está acumulando en ellas y cuando o identificar
las aves que anidan en los diferentes puntos de la ciudad o rastrear el tráfico
de autos en calles y carreteras o detectar los daños después de un sismo o
identificar la presencia de riesgos potenciales o registrar el avance de temas
como equidad de género en el sector laboral o, prácticamente, cualquier tema de
interés.
Sin duda Don Cecilio es excepcional pero estoy segura que no
es único. Sin duda existen cientos y quizás miles de personas que están
dispuestas a colaborar donando su tiempo y compartiendo sus recursos en
proyectos de impacto social y económico. El secreto está en cómo plantear la
pregunta.
Nota. Le dedico este artículo al Dr. Antonio del Río,
pionero y fiel defensor de la Ciencia Ciudadana.
Información adicional
Proyecto italiano de identificación de zonas de riesgo por inundaciones e
Ciencia ciudadana en México. Proyecto Plan de Vuelo Morelos.
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