Artículo publicado originalmente por Brenda Valderrama en la columna "Reivindicando a Plutón" del Sol de Cuernavaca el 3 de julio de 2017.
Quien diga que nunca ha mentido es un mentiroso. Todos mentimos, hay quien dice que lo hacemos diez veces por semana, quien sabe. En ocasiones son pequeñas mentiras que evitan entrar en detalles engorrosos (sí hice la tarea maestra, pero el perro se la comió), a veces para evadir responsabilidades (te aseguro que iba saliendo a buscarte pero sonó el teléfono y me distraje), para disimular incapacidades (lo hubiera hecho mejor si mi compañero me hubiera dado la información a tiempo) y un gran etcétera.
Pensemos en una persona que inventa una mentira. Imaginemos ahora que se la dice a diez personas en un día, y esas a otras diez cada una y así sucesivamente cada día, de forma que se requeriría una semana muy intensa de chisme para que un millón de personas se enteren. Gracias a los medios masivos de comunicación ese tiempo se ha acortado de manera impresionante. Por ejemplo, el mensaje que más rápido se ha dispersado por la red social tuiter alcanzó ochocientas mil personas en quince segundos con réplicas en prácticamente todos los rincones del mundo.
A pesar de que la mentira es parte de la naturaleza humana y ocurre todo el tiempo, existe la certeza de que la verdad se impondrá de manera inevitable con el tiempo. Esta certeza proviene de la confianza en la capacidad de las personas de distinguir y privilegiar lo verdadero sobre lo falso. Y así ha sido. Hasta ahora, por lo menos.
La cantidad de información a la que estamos expuestos actualmente ha distorsionado todo y son cada vez más frecuentes los casos en los que una mentira es aceptada socialmente como cierta llegando a tener consecuencias graves. Como ejemplo, el año pasado durante la campaña presidencial en Estados Unidos, una fuente anónima inició una noticia falsa donde denunciaba a la candidata Hillary Clinton como cómplice de una red de prostitución infantil dentro de una conocida pizzería. Por inverosímil que suene la idea tuvo gran movimiento en redes sociales hasta que llegó a una persona en la que desató tal indignación que decidió actuar y se presentó en la pizzería atacando al personal con un arma.
¿Qué puede estar detrás de la difusión de una mentira? En el origen, podría tratarse de una acción deliberada con la intención de generar un cambio en la opinión pública mediante el manejo de sus emociones. Así fue en el caso de la pizzería que buscaba desacreditar a una candidata durante una competida campaña electoral. El caso más amable, pero no por eso de menor responsabilidad, es aquella mentira que se genera por inexperiencia o por descuido, como le sucedió a Joaquín López Dóriga quien publicó en abril pasado una nota falsa donde denunciaba la presencia de ex-gobernador de Veracruz, prófugo de la justicia en esos momentos, en Canadá de forma contraria a la opinión de las autoridades mexicanas generando desconfianza en la investigación.
Quisiera dejar claro que creer o no una noticia falsa no tiene nada que ver con la inteligencia de una persona sino con sus emociones y creencias. La ciencia tiene una opinión de cómo funciona este fenómeno y lo describe en cuatro dimensiones.
Simplicidad cognitiva. Creer es fácil, desconfiar es difícil y nos sentimos muy incómodos frente a la ambigüedad. Por esta razón cuando encontramos un mensaje sencillo, claro, concreto y bien presentado, tendemos a aceptar automáticamente que es verdad. Dado que la duda implica un esfuerzo adicional que no todos queremos hacer, lo más fácil es aceptar y seguir adelante.
Disonancia cognitiva. Sensación de estrés que sufrimos cuando encontramos dos ideas en conflicto. En este caso es frecuente que resolvamos el conflicto aceptando sin mayor análisis como verdad aquella idea más cercana a nuestras creencias. Esto lo hacemos porque si aceptamos la idea contraria, entonces entra en riesgo nuestro sistema de creencias. Por ejemplo, los creacionistas atacan la evolución no porque tengan evidencia de que no es cierta sino porque temen que si lo fuera se colapsaría su creencia religiosa. Lo mismo pasa con otros temas polémicos como el calentamiento global, el matrimonio igualitario, etc.
Contragolpe. Cuando una persona ha aceptado una idea a través de la resolución de un conflicto cognitivo y recibe de repente evidencia irrevocable de su error de juicio, es más probable que reafirme su posición, basada en su sistema de creencias, antes que aceptar su error. Es por esto que las refutaciones difícilmente llegan a cambiar la opinión de las personas por más verdaderas que sean.
Unidad tribal. A los humanos nos gusta vivir en grupos y existe una intención evolutiva de estar en sintonía con el resto de nuestra tribu, ya sea una comunidad, un grupo de amigos, una familia, una iglesia o un grupo social virtual. El cuestionamiento intenso hacia quien nos comparte una idea en conflicto nos podría llevar a la separación del grupo. Por lo tanto, cuando nuestro grupo social comienza a propagar una idea, aunque nos cause conflicto o esté en contra de nuestras creencias, hacemos un esfuerzo para aceptarla en beneficio de la unidad del grupo.
Ahora, ¿qué podemos hacer para prevenir la propagación de mentiras en redes sociales? Aquí hay dos posibles soluciones. La primera es reducir el número de ideas a las que estamos expuestos. Las redes sociales han aumentado hasta en miles de veces el número de ideas a las que estamos expuestos en un día. El consejo sería evaluar con detenimiento a quienes seguimos en redes sociales y eliminar aquellas fuentes que suelen propagar noticias falsas. La segunda solución es darnos tiempo para evaluar lo que leemos y pensar dos veces antes de propagar una nota sospechosa, aunque nos la haya enviado nuestro mejor amigo o nos cause indignación inmediata o refuerce nuestro sistema de creencias.
Cada uno de nosotros somos responsable de nuestras propias opiniones y creencias y es nuestro privilegio ser escépticos y discriminar lo que asimilamos como propio y lo que no. No estar de acuerdo es bueno, los grandes avances de la humanidad se han dado porque afortunadamente siempre ha habido quien ejerza este derecho a dudar de lo que la mayoría piensa. No estar de acuerdo con los demás es nuestro privilegio y nuestro derecho, vamos a ejercerlo.
Información adicional
Recuento puntual del proceso por el que una noticia falsa se dispersa por las redes sociales
Análisis estadístico y modelo predictivo del comportamiento de noticias falsas en redes
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