Artículo publicad originalmente por Brenda Valderrama en la columna "Reivindicando a Plutón" del Sol de Cuernavada el 25 de enero de 2016.
Hace un par de días me encontré por casualidad con una nota
de prensa donde un conocido personaje del mundo del deporte declaraba que aceptaba
cierto castigo como hombrecito. Como
hombrecito. Como hombrecito. La expresión se quedó rondando en mi cabeza y
comenzó a despertarme la misma sensación de una piedrita en el zapato: no
impide que camines pero siempre está ahí, incomodando, recordándole a una que no
importa que tan talentosa, fuerte o inteligente seas, en el imaginario
colectivo subyace la idea de que es mejor lo masculino que lo femenino.
El impacto que esta y otras expresiones semejantes puedan
tener en el desarrollo personal y
profesional de las personas depende de múltiples factores. El primero es la
familia. A una persona que provenga de un entorno donde niñas y niños son
educados de manera diferencial, donde la expectativa es menor para las mujeres
o donde se niega el derecho a ser valorados únicamente por las capacidades le
costará más trabajo desarrollar autoestima por las mujeres. Esto aplica tanto a
hombres como a mujeres. Sin embargo, esta situación de origen es superable si
la escuela y la sociedad desarrollan un discurso y una cultura de equidad y los
resultados los veríamos en la integración de las mujeres en los ámbitos
académico y profesional. Echemos un vistazo a la realidad de nuestro país.
En el último censo nacional, realizado en 2010, en México hay
112 millones de personas. De éstas, el 51 % somos mujeres. Esta proporción se
mantiene en cuanto al acceso a la educación donde la mujeres representamos el
50.6% de la población con primaria terminada y el 51, 49 y 50% de la población
con al menos un año de secundaria, bachillerato y licenciatura cursados,
respectivamente. Ya en el área de ciencia y tecnología en nuestros país existen
actualmente cerca de 50 mil becarios en programas de maestría y doctorado
acreditados por el Conacyt de los cuales el 46.5% son mujeres. A nivel
profesional, el 47% de los 6 millones de personas que nos dedicamos a actividades
científicas y tecnológicas somos mujeres, sin embargo, cuando se trata del crecimiento
dentro del sistema, existe una clara asimetría pues solo uno de cada tres
miembros del Sistema Nacional de Investigadores son mujeres. Esto es todavía
más claro a niveles de excelencia donde se reduce a solo uno de cada cinco
miembros del nivel III del Sistema.
¿Cómo podríamos interpretar esta información? Por un lado y
de manera positiva, existe una apertura institucional para el acceso a la
educación y también para la incorporación a un sistema laboral de alto impacto
económico y social. Por otro lado, parecerían existir un freno para el
desarrollo una vez dentro del mismo sistema. Por supuesto que nunca se han emitido dentro
de ningún comité expresiones en este sentido sin embargo, los datos están ahí y
no mienten. Este es el famoso techo de cristal. Nadie lo ve pero tampoco se
puede cruzar.
Consultando entre amigos y amigas investigadores este tema
salieron a relucir dos aspectos que menciono sin implicar que sean los únicos
ni que sean universales. El primero es el tema familiar y reproductivo y el
segundo es la inserción en esquemas de colaboración y decisión.
El Sistema Nacional de Investigadores otorga una moratoria
de un año hasta por dos ocasiones a mujeres que acrediten el nacimiento de un hijo.
Esta política es la aceptación tácita de que la carga familiar es asimétrica
impactando mayormente a las mujeres y a su carrera. El componente biológico de
la asimetría pues ni mencionarlo pero el cultural creo que todavía tiene mucho
para discutirse. Por ejemplo, si las mujeres cuentan con el apoyo de su pareja
o si tienen una posición económica que les permite la contratación de niñeras o
actividades extraescolares es más probable que retomen el ritmo de trabajo de
antes del embarazo. Por otro lado y desde el punto institucional, se ve poco
apoyo. Como ejemplo, no conozco ningún centro de investigación en Morelos que
haya generado un espacio para los hijos de los investigadores para las tardes.
En ciencia resulta fundamental la pertenencia a redes de
colaboración ya sean locales, nacionales o internacionales. Primero porque los
recursos son escasos y la colaboración permite el acceso a equipamiento que no
es posible replicar de manera indiscriminada por su alto costo o
especialización. Segundo, las redes también permiten plantear proyectos más
ambiciosos y de mayor impacto, generando un círculo virtuoso de desempeño
exitoso y acceso al financiamiento.
Las virtudes o desventajas de pertenecer a cierta red provendrán
de las personalidades involucradas, sin embargo, como en cualquier relación, su
salud dependerá del cumplimiento de los compromisos acordados y también de la
fortaleza de las relaciones interpersonales. En este sentido las redes tienden
a privilegiar miembros que se pueden dedicar de tiempo completo a los proyectos
y también que tienen disponibilidad de viajar. Si alguno de los miembros sufre
restricciones en estos aspectos pues el resto del grupo podría decidir no
incluirlo, aunque sea temporalmente, y eso impactará sin duda en su carrera ya
que en ciencia mantener el ritmo de la producción es uno de los parámetros
importantes. Una ausencia prolongada de las redes de colaboración podría
ocasionar que una investigadora pierda competitividad con potenciales
consecuencias laborales y académicas.
Esta exclusión también puede observarse en los ámbitos
empresarial y gubernamental donde son escasas las mujeres en posiciones de toma
de decisión. No solo nunca hemos tenido una presidente sino que hay pocas ministras
y, si no fuera por la paridad de género en el legislativo, habría menos
diputadas o senadoras. Eso sin mencionar las pocas mujeres rectoras de
universidades o líderes empresariales.
En esta ocasión quisiera dejar un mensaje: dejemos de lado el
lenguaje sexista que alimenta, de manera inconsciente, una cultura de exclusión
para las mujeres y comencemos a valorar voluntariamente a quienes estén a
nuestro alrededor. La equidad es precisamente la identificación de necesidades
particulares y la atención de las mismas de manera diferenciada, buscando el
desarrollo igualitario. El talento, la inteligencia y el carácter no tienen que
ver con el género sino con cualidades de la persona. Sabremos que este cambio
ha tenido éxito cuando en los titulares de los periódicos se elogie una hazaña
realizada “como niña”.
Información adicional
Lego lanza una serie especial dedicada a las mujeres en la ciencia
Informe General del Estado de la Ciencia, Tecnología y la
Innovación 2013
Comunicado de prensa del Conacyt relativo al Día
Internacional de la Mujer 2014
Infografías del Foro Científico y Tecnológico
Atlas de la Ciencia Mexicana publicado por la Academia
Mexicana de Ciencias
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